Publicado en Vanguardia Liberal en junio 9 de 2020
Cuenta la fábula que el rey Midas, obsesionado por las riquezas, le pidió a los dioses el poder de convertir en oro todo lo que tocara. Y así fue. El problema llegó cuando quiso comer y la comida -y la bebida- también se transformaron en oro. Midas se percató que se puede vivir sin oro, pero no sin agua ni comida. El cuento tiene vigencia en la Colombia de hoy, cuando el pavoroso desarrollo de la minería de oro (y de carbón y otros) representa una grave amenaza para los recursos naturales. En el “Mapa de la discordia”, publicado por el Espectador (noviembre 2009), se observa que un gran número de solicitudes de títulos mineros coincide con áreas de parques nacionales, páramos y reservas forestales. Hay que repetir que no es comparable el impacto ambiental que genera la minería artesanal con la minería a cielo abierto que practican las multinacionales.
Este gobierno se jacta de aumentar las inversiones foráneas en el país, sobre todo en minería. Habría que preguntarse ¿cuál es el costo ambiental de esta demencial dinámica? Igualmente ¿cuáles son los beneficios sociales y económicos reales para una población cada vez más pobre y desempleada? Lo que Uribe llama la confianza inversionista, consiste sencillamente en permitirles a las empresas foráneas que lleguen y hagan lo que les dé la gana. Y claro, como en sus países de origen las restricciones son cada vez mayores, las empresas mineras llegan felices a países que ofrecen una apertura total de extremidades inferiores. Contrario a lo desarrollado en otros países, en Estados Unidos - por ejemplo- la EPA endureció su posición frente a la gran minería.
En el caso de Santander, el Ministerio aceptó recibir el estudio presentado por la minera canadiense GreyStar para “justificar” la destrucción del páramo Santurban. Sin embargo, esto no significa la aprobación del mismo, lo que sería un imposible jurídico ya que la actual legislación no permite el desarrollo minero en los páramos. Más allá del aspecto legal, hay que considerar que ya tenemos graves problemas con el agua, en términos de calidad y cantidad. De ahí que resultaría totalmente inexplicable que, en lugar de solucionar los problemas, les agregáramos otros de mayor gravedad. Diferentes organizaciones han convocado a una marcha contra la mega-minería para hoy a las 3pm. Salida del Parque del Agua.
Cuenta la fábula que el rey Midas, obsesionado por las riquezas, le pidió a los dioses el poder de convertir en oro todo lo que tocara. Y así fue. El problema llegó cuando quiso comer y la comida -y la bebida- también se transformaron en oro. Midas se percató que se puede vivir sin oro, pero no sin agua ni comida. El cuento tiene vigencia en la Colombia de hoy, cuando el pavoroso desarrollo de la minería de oro (y de carbón y otros) representa una grave amenaza para los recursos naturales. En el “Mapa de la discordia”, publicado por el Espectador (noviembre 2009), se observa que un gran número de solicitudes de títulos mineros coincide con áreas de parques nacionales, páramos y reservas forestales. Hay que repetir que no es comparable el impacto ambiental que genera la minería artesanal con la minería a cielo abierto que practican las multinacionales.
Este gobierno se jacta de aumentar las inversiones foráneas en el país, sobre todo en minería. Habría que preguntarse ¿cuál es el costo ambiental de esta demencial dinámica? Igualmente ¿cuáles son los beneficios sociales y económicos reales para una población cada vez más pobre y desempleada? Lo que Uribe llama la confianza inversionista, consiste sencillamente en permitirles a las empresas foráneas que lleguen y hagan lo que les dé la gana. Y claro, como en sus países de origen las restricciones son cada vez mayores, las empresas mineras llegan felices a países que ofrecen una apertura total de extremidades inferiores. Contrario a lo desarrollado en otros países, en Estados Unidos - por ejemplo- la EPA endureció su posición frente a la gran minería.
En el caso de Santander, el Ministerio aceptó recibir el estudio presentado por la minera canadiense GreyStar para “justificar” la destrucción del páramo Santurban. Sin embargo, esto no significa la aprobación del mismo, lo que sería un imposible jurídico ya que la actual legislación no permite el desarrollo minero en los páramos. Más allá del aspecto legal, hay que considerar que ya tenemos graves problemas con el agua, en términos de calidad y cantidad. De ahí que resultaría totalmente inexplicable que, en lugar de solucionar los problemas, les agregáramos otros de mayor gravedad. Diferentes organizaciones han convocado a una marcha contra la mega-minería para hoy a las 3pm. Salida del Parque del Agua.
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