Publicado en Vanguardia Liberal en septiembre 8 de 2010
Las diatomeas son algas unicelulares marinas; tienen la particularidad de vivir al interior de una envoltura de vidrio que ellas mismas fabrican a partir de compuestos presentes en el agua de mar. Lo sorprendente de este proceso es que se desarrolla a temperatura ambiente. A diferencia de los procesos industriales, que necesitan calentar el mineral de silicio a más de 1400 grados centígrados para producir vidrio, lo que implica un enorme gasto energético y la generación de muchos residuos. Imitando la experiencia de las diatomeas, algunos laboratorios –después de juiciosas investigaciones- ya producen micro esferas de vidrio, a temperatura ambiente, que tienen hoy aplicaciones médicas.
No es un caso aislado: una multinacional gringa desarrolló pantallas luminosas de bajo consumo energético y excelente luminosidad inspirándose en las alas de las mariposas. Otra empresa, imitando la piel del tiburón, fabrica revestimientos de usos clínicos que -sin ser tóxicos- impiden que las bacterias se adhieran y generen focos infecciosos. Unos laboratorios estudian las propiedades adhesivas de las ostras para desarrollar pegantes no tóxicos. Otros investigadores tratan de reproducir el proceso de la fotosíntesis en las plantas, que toma la energía del sol y la almacena como energía química. La industria del cemento ensaya, en plantas piloto, un proceso de producción similar al que utilizan los corales para construir los arrecifes marinos.
En el pasado se han desarrollado procesos que imitan las formas de la naturaleza. Desde la época de Leonardo da Vinci, que diseñó un aparato volador basándose en el vuelo de los pájaros, hasta el diseño del reciente tren japonés de alta velocidad que, inspirado en el pico del Martin Pescador, aumentó su velocidad y redujo su consumo energético. El Biomimetismo (imitación de la vida) va más allá, pues propone reproducir los procesos naturales de producción.
El credo del siglo XX sostenía que los productos artificiales -fabricados por los humanos- eran superiores a los materiales naturales, fruto de miles de millones de años de evolución. Los plásticos por ejemplo eran superiores a todos los materiales naturales que remplazaron. Sin embargo, en los últimos años quedó claro que muchos de estos materiales se han convertido en un tremendo problema. Esta visión está cambiando vertiginosamente y hoy el Biomimetismo es considerado una nueva revolución industrial en la que todos ganamos: podemos elaborar productos de mejor calidad y generar menos daños ambientales y sanitarios.
No es un caso aislado: una multinacional gringa desarrolló pantallas luminosas de bajo consumo energético y excelente luminosidad inspirándose en las alas de las mariposas. Otra empresa, imitando la piel del tiburón, fabrica revestimientos de usos clínicos que -sin ser tóxicos- impiden que las bacterias se adhieran y generen focos infecciosos. Unos laboratorios estudian las propiedades adhesivas de las ostras para desarrollar pegantes no tóxicos. Otros investigadores tratan de reproducir el proceso de la fotosíntesis en las plantas, que toma la energía del sol y la almacena como energía química. La industria del cemento ensaya, en plantas piloto, un proceso de producción similar al que utilizan los corales para construir los arrecifes marinos.
En el pasado se han desarrollado procesos que imitan las formas de la naturaleza. Desde la época de Leonardo da Vinci, que diseñó un aparato volador basándose en el vuelo de los pájaros, hasta el diseño del reciente tren japonés de alta velocidad que, inspirado en el pico del Martin Pescador, aumentó su velocidad y redujo su consumo energético. El Biomimetismo (imitación de la vida) va más allá, pues propone reproducir los procesos naturales de producción.
El credo del siglo XX sostenía que los productos artificiales -fabricados por los humanos- eran superiores a los materiales naturales, fruto de miles de millones de años de evolución. Los plásticos por ejemplo eran superiores a todos los materiales naturales que remplazaron. Sin embargo, en los últimos años quedó claro que muchos de estos materiales se han convertido en un tremendo problema. Esta visión está cambiando vertiginosamente y hoy el Biomimetismo es considerado una nueva revolución industrial en la que todos ganamos: podemos elaborar productos de mejor calidad y generar menos daños ambientales y sanitarios.
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