Publicado en Vanguardia Liberal en septiembre 29 de 2010
Después de los acuerdos de paz con los grupos armados en Centroamérica, algunos pensaron que la paz y la seguridad se instalarían en países como El Salvador o Guatemala. Sin embargo, no ocurrió así pues los problemas sociales, económicos y culturales continuaron o se profundizaron.
Y en ese caldo de cultivo aparecieron nuevas formas de violencia, como los llamados “maras” (de marabunta, la temible hormiga), bandas de jóvenes delincuentes que aterrorizan a la ciudadanía. “Una mafia con mil cabezas” la llamó hace unos días un despacho internacional. Estas pandillas ocasionan más problemas que los generados durante el conflicto armado; ya que efectivamente tienen “mil cabezas” y además no tienen los frenos que existían en las antiguas organizaciones, que contaban con estructuras de mando que ejercían controles sobre los combatientes. Lo de ahora es criminalidad sin límites.
Algo parecido ocurrió durante la siniestra “Era” Uribe, la organización narcoparamilitar no desapareció sino que se fragmentó. Muchos desmovilizados –frente a la ausencia de posibilidades de educación o empleo- terminaron conformando pequeñas bandas de micro-traficantes, atracadores o sicarios que resultan más difíciles de controlar que las antiguas organizaciones. Son numerosos grupos de jóvenes motorizados, con entrenamiento militar y que saben usar las armas. Estos, sumados a otros jóvenes criados en ambientes familiares y sociales degradados, generan muchos problemas en las ciudades colombianas.
El presidente Santos advertía que la muerte del Mono Jojoy representa el principio del fin de las Farc y tiene razón, fue un golpe demoledor a la banda terrorista. Sin embargo, si este es el comienzo del fin de la guerrilla debería ser también el inicio de profundas reformas sociales y económicas que nos permitan superar los aterradores índices de pobreza, desplazamiento e ignorancia que ostenta Colombia. Las propuestas de restitución de tierras y reparación de víctimas van en ese sentido. De ahí que han despertado la ira de los conocidos “enemigos agazapados de la paz”, que ya empezaron a matar gente.
La cosa no será fácil, como no lo fue en el pasado cuando se intentaron reformas sociales que desataron renovadas oleadas de violencia. Estamos pues en un momento crucial en el que –incluso los que estamos en la oposición- deberíamos sumarnos al frente común propuesto, para superar un conflicto que ciertamente no terminará con la muerte de alias Jorge Briceño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario