He
citado en columnas anteriores el estudio adelantado en Bucaramanga
por la Universidad de Graz (Austria) en el año 2000; en el que se
evidenció la existencia de Islas de Calor Urbano (ICU) en el Área
Metropolitana. Este fenómeno es una consecuencia de la destrucción
de la vegetación urbana y su remplazo por el asfalto y las moles de
concreto que desplazaron las antiguas viviendas, dotadas de jardines.
El resultado es que el calor no se disipa de la misma forma y la
ciudad registra temperaturas superiores a las existentes en los
alrededores.
Este incremento del calor urbano se suma al ocasionado
por el calentamiento global. Uno de sus efectos es el aumento de la
contaminación del aire, pues la mayor temperatura afecta las
reacciones de los gases de combustión presentes en la atmósfera.
Así mismo, el fenómeno genera una especie de cúpula térmica que
impide la difusión de los contaminantes; en una ciudad que cada vez
tiene más vehículos y trancones.
Por
lo mismo, ya en esos años los austriacos alertaban sobre la
importancia de conservar las escasas zonas verdes que aún sobreviven
al sistemático “arboricidio”. Aparte de las enfermedades
cardiacas y pulmonares que ocasiona la mala calidad del aire, la
Organización Mundial de la Salud acaba de publicar un estudio que
ratifica que esta contaminación produce cáncer.
Y que las ciudades
más afectadas se encuentran en países atrasados, como el nuestro.
De ahí que resulta difícil de entender que -a estas alturas del
partido- algunas personas todavía consideren que el remplazo de las
zonas verdes por moles de concreto es un síntoma de progreso.
Todo
lo anterior, para reproducir las inquietudes de vecinos del barrio
Diamante 2 sobre la “posible destrucción de árboles para
convertir el único parque del barrio en una monumental obra de
cemento”. “Este parque es el único lugar que tiene el barrio
para realizar caminatas y pasar momentos familiares en épocas de
descanso”.
Agregan los vecinos: “Rechazamos que nos quiten
nuestro parque. Señores gobernantes: si ya lo vendieron devuélvanle
el dinero a los compradores y no matemos 150 árboles, que también
sienten aunque no puedan hablar”.
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