miércoles, enero 15, 2014

Armas químicas en la ciudad más antigua del mundo

Publicado en Vanguardia Liberal en septiembre 11 de 2013

En 1975 tuve la oportunidad de visitar Siria; aprovechando que en esos años realizaba un postgrado en Rumania, país que queda relativamente cerca. Desde niño me interesaba visitar su capital –Damasco- que había conocido a través de lecturas escolares de los famosos cuentos de Sherezade, Las mil y una noches. Tengo buenos recuerdos de este viaje, pues amigos árabes que estudiaban en Rumania me suministraron direcciones de familiares de ellos en Siria y Líbano; personas que nos recibieron con la mayor hospitalidad. Damasco es también considerada una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo.

Por ello, no deja de ser paradójico que precisamente en esas ciudades del Próximo Oriente se hayan registrado tantos problemas en las últimas décadas, sintomáticos de graves retrocesos culturales. El último capítulo es el uso de armas químicas, prohibidas desde 1997 por la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas. Hoy solo cinco países las permiten: Angola, Corea del Norte, Sudan, Egipto y Siria. Sin embargo, hay países que firmaron el convenio pero todavía tienen depósitos de armas químicas no destruidos: Libia, Japón, Estados Unidos y Rusia. Por lo mismo está bien que Estados Unidos condene el uso de estas terribles armas; aunque debería empezar por eliminarlas de su propio territorio.

Por lo demás, los gases lacrimógenos y otros usados para “controlar” manifestaciones son considerados armas químicas; sin embargo vemos que la policía de muchos países las utiliza. Algunos con resultados fatales, caso reciente de una mujer cerca a Cartagena. En el año 2002, cuando rebeldes chechenos tomaron rehenes en un teatro de Moscú, la policía uso gases incapacitantes que mataron cerca de 100 personas. El gas usado en Siria fue Sarín, una peligrosa sustancia que puede ser fabricado artesanalmente; como fue confirmado en el atentado realizado por terroristas en el metro de Tokio, en 1995.

De tal manera que el tema es complejo y no resulta fácil determinar de dónde vienen estos gases. En este sentido, Estados Unidos debería reflexionar sobre los inquietantes efectos de un ataque aéreo a Siria; bombardear depósitos químicos podría dispersarlos con efectos imprevisibles para la población civil. A estas alturas del partido ya debería estar claro que la violencia solo trae más violencia.




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