sábado, julio 11, 2009

¿Monsanto contra los algodoneros?

PUblicado en vanguardia Liberal en junio 17 2009
En abril escribí una columna sobre la ola de suicidios de agricultores hindúes que utilizaron semillas transgénicas. Agobiados por las deudas derivadas de los altos costos de insumos y bajos rendimientos, miles de agricultores se quitaron la vida. Señalaba que estas semillitas mágicas ya habían ocasionado estragos en Colombia.
Es el caso de los fracasos reportados por agricultores de Córdoba y Tolima el año pasado. Este año la revista Portafolio informó que varios algodoneros reunidos en el Centro de Investigación de Nataima (Espinal, Tolima) ya habían protestado por la venta de semillas transgénicas en mal estado.

Por ello no sorprende que la semana pasada la Confederación Colombiana del Algodón advirtió que “iniciará las acciones administrativas y legales para que se sancione a la multinacional Monsanto para que les restituya a los agricultores por las pérdidas causadas”. Los agricultores compraron una semilla más costosa, confiados en la información publicitada. Más tarde el gremio enfrentó pérdidas económicas derivadas del ataque de plagas y por los daños ocasionados por el glifosato,

Los problemas no se limitan al algodón, recordemos las restricciones al maíz Monsanto 810 en Europa. Además, sobre el maíz Monsanto 863 se han reportado preocupantes efectos en ensayos con animales. Según informes publicados (Le Monde, 2004) se observaron malformaciones “sobre un grupo de ratas alimentadas con el maíz 863”.

Recordemos que muchos productos (harinas) que hoy se distribuyen en Colombia (sin ninguna advertencia) fueron preparados con maíz o soya transgénica, sobre los que existen inquietantes informes científicos por anomalías causadas a animales de laboratorio. En el 2007, ya se había informado de la presencia de transgénicos en productos distribuidos por el ICBF en barrios populares en Colombia.

Los problemas asociados a estos productos son enormes y los agricultores y ganaderos colombianos deberían informarse sobre la desastrosa experiencia de otros países antes de embarcarse en estas “quimera vegetales mal identificadas”, como las llama el reconocido biólogo Jacques Testart.

Sobre todo que este gobierno se ha empeñado desde sus inicios en abrirle camino a los transgénicos, a través de modificaciones legales y reglamentarias a las que ya me he referido. De ahí que los productores deberían considerar igualmente la posibilidad de demandar a un gobierno que fue y es excesivamente tolerante con multinacionales cuyos intereses –está probado- nunca coinciden con los de los productores y consumidores.

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