Publicado en Vanguardia Liberal en julio 1 2009
Hace casi 10 años escribí sobre los graves problemas que les trajo la Hidroeléctrica de Urra I (Córdoba) a los indígenas Embera Katio y pescadores y campesinos de la zona. Reducción de la pesca, inundación de tierras fértiles y sitios sagrados, desplazamiento de miles de personas, deterioro de la fauna y la flora y problemas para la navegación fluvial, son algunos de los efectos reportados. Para completar, balances realizados por la Universidad del Sinú en 2008 concluyen que “la mayoría de los beneficios prometidos a la comunidad no se han cumplido”. También que las familias desplazadas “viven actualmente en condiciones menos favorables”.
A pesar de tan negativo balance, el gobierno Uribe pretendía inundar inconstitucionalmente zonas de Parques Nacionales, como es el Paramillo, con el proyecto Urra II, que afortunadamente fue declarado no viable por el Minambiente.
Por lo demás, los desbarajustes socioeconómicos que causan los megaproyectos generan sus propias dinámicas de violencia. A mediados de los años 90 escribía en este mismo espacio sobre el incremento de hurtos, lesiones personales, narcotráfico y homicidios en Yopal, a partir de los desarrollos petroleros.
De ahí que les sobran razones a los que han manifestado sus preocupaciones por el inquietante avance de varios megaproyectos en Santander. Como siempre los proyectos se promocionan con el cuento del desarrollo. Pero ¿desarrollo para quién?
Por ejemplo en el caso de HidroSogamoso se habla de generación de empleo, a pesar de que Isagen afirma que sólo se producirán 100 empleos fijos, la mayoría seguramente para foráneos. Así mismo se promete el desarrollo del turismo y de la pesca, en un embalse que será más bien una descomunal laguna de estabilización para las pútridas y turbias aguas que arrastra este río. Sobre la gran minería, la cosa es grave pues algunos proyectos se desarrollan en zonas de páramos, poniendo en riesgo el agua de Bucaramanga y otros municipios.
Pero ¿Es que no es posible el desarrollo sin megaproyectos? Esta alternativa del diablo ya fue superada desde hace rato en países avanzados, que cuentan con auténticas políticas de desarrollo de sus fuentes energéticas y materias primas. No es el caso de Colombia, donde la torcida explotación de los recursos naturales hace que estos recursos, en lugar de ser fuente de progreso (como ocurre en otros países), se conviertan casi que en una maldición para los lugareños.
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