Columna publicada en Vanguardia Liberal en enero 11 de 2006
Millones de personas en el mundo están angustiadas por su situacion laboral y familiar. Cada vez es más dificil conseguir un trabajo. Muchas piensan en el suicidio cuando se ven acorraladas por las deudas, la pobreza, el hambre y la incertidumbre. Algunas se han suicidado con sus hijos en Colombia y otros paises. La situacion para los que tienen un trabajo no es mejor ya que las condiciones laborales (sobre todo en un país como Colombia) tienden a desmejorar. Salarios de hambre, largas jornadas laborales (en algunos casos de hasta 60 horas semanales en Colombia contra sólo 35 en Europa), malos tratos e inexistencia de programas de formacion y promocion son factores que llevan a muchos empleados a un estado de tristeza, fatiga permanente y angustia existencial.
El hecho de vivir en viviendas cada vez más pequeñas (e impagables para muchas familias) no ayuda; son auténticas ratoneras humanas en las que el hacinamiento, la promiscuidad, la violencia intrafamiliar y el ruido aportan su cuota al creciente estrés y los sentimientos de inseguridad. Modelos educativos cuestionados y la perdida de valores espirituales son otros factores a considerar.
Para combatir estos males –relacionados con un estilo de vida claramente patógeno- las sociedades no intentan combatir el mal atacando las causas de los problemas (el camino dificil y empinado), sino los sintomas, el sendero fácil que nos lleva con frecuencia a la perdición. De ahí que en estos casos muchas personas acuden -en todo el mundo- a tratamientos con antidrepresivos (Prozac, Zoloft, Deroxac, Seropran, Effexor y otros) que constituyen un formidable negocio para las transnacionales farmacéuticas.
Las ventas mundiales de antidepresivos alcanzaron más de $19.5 mil millones de dólares en el año 2002, segun el Comité Europeo para Productos Médicos (CHMP). El negocio –como otros de las transnacionales- empieza con los niños y jóvenes. Millones de niños en el mundo consumen las pastillitas mágicas, para dormir, para despertarse, para estarse quietos, para concentrarse y mejorar su rendimiento escolar.
Esto podria ser aceptable si los tratamientos funcionaran, pero lo curioso es que los estudios adelantados concluyen que el Prozac, por ejemplo, no alivia más que un simple placebo (una pastilla sin ningun poder curativo). Peor aun, los antidepresivos agravan el problema. El año pasado la CHMP concluyó que « el comportamiento suicida (tentativa de suicidio y pensamientos suicidas) y la hostilidad (comportamiento agresivo y cólera) eran observados con más frecuencia en niños y adolescentes tratados con antidepresivos que con un placebo ».
La oficina que controla los alimentos y fármacos en Estados Unidos (FDA) manifestó en junio de 2005 que los antidepresivos pueden aumentar los riesgos de suicidios también en adultos. En Estados Unidos una firma de abogados inició un proceso contra la empresa Glaxo por los problemas de dependencia y otros ocasionados por su producto Deroxac a 3500 personas. Otro de sus casos es el de Christopher Pittman, un niño de 12 años que –en un acceso de rabia- mató a sus abuelos; el chico tomaba Zoloft desde hacía varias semanas…
Millones de personas en el mundo están angustiadas por su situacion laboral y familiar. Cada vez es más dificil conseguir un trabajo. Muchas piensan en el suicidio cuando se ven acorraladas por las deudas, la pobreza, el hambre y la incertidumbre. Algunas se han suicidado con sus hijos en Colombia y otros paises. La situacion para los que tienen un trabajo no es mejor ya que las condiciones laborales (sobre todo en un país como Colombia) tienden a desmejorar. Salarios de hambre, largas jornadas laborales (en algunos casos de hasta 60 horas semanales en Colombia contra sólo 35 en Europa), malos tratos e inexistencia de programas de formacion y promocion son factores que llevan a muchos empleados a un estado de tristeza, fatiga permanente y angustia existencial.
El hecho de vivir en viviendas cada vez más pequeñas (e impagables para muchas familias) no ayuda; son auténticas ratoneras humanas en las que el hacinamiento, la promiscuidad, la violencia intrafamiliar y el ruido aportan su cuota al creciente estrés y los sentimientos de inseguridad. Modelos educativos cuestionados y la perdida de valores espirituales son otros factores a considerar.
Para combatir estos males –relacionados con un estilo de vida claramente patógeno- las sociedades no intentan combatir el mal atacando las causas de los problemas (el camino dificil y empinado), sino los sintomas, el sendero fácil que nos lleva con frecuencia a la perdición. De ahí que en estos casos muchas personas acuden -en todo el mundo- a tratamientos con antidrepresivos (Prozac, Zoloft, Deroxac, Seropran, Effexor y otros) que constituyen un formidable negocio para las transnacionales farmacéuticas.
Las ventas mundiales de antidepresivos alcanzaron más de $19.5 mil millones de dólares en el año 2002, segun el Comité Europeo para Productos Médicos (CHMP). El negocio –como otros de las transnacionales- empieza con los niños y jóvenes. Millones de niños en el mundo consumen las pastillitas mágicas, para dormir, para despertarse, para estarse quietos, para concentrarse y mejorar su rendimiento escolar.
Esto podria ser aceptable si los tratamientos funcionaran, pero lo curioso es que los estudios adelantados concluyen que el Prozac, por ejemplo, no alivia más que un simple placebo (una pastilla sin ningun poder curativo). Peor aun, los antidepresivos agravan el problema. El año pasado la CHMP concluyó que « el comportamiento suicida (tentativa de suicidio y pensamientos suicidas) y la hostilidad (comportamiento agresivo y cólera) eran observados con más frecuencia en niños y adolescentes tratados con antidepresivos que con un placebo ».
La oficina que controla los alimentos y fármacos en Estados Unidos (FDA) manifestó en junio de 2005 que los antidepresivos pueden aumentar los riesgos de suicidios también en adultos. En Estados Unidos una firma de abogados inició un proceso contra la empresa Glaxo por los problemas de dependencia y otros ocasionados por su producto Deroxac a 3500 personas. Otro de sus casos es el de Christopher Pittman, un niño de 12 años que –en un acceso de rabia- mató a sus abuelos; el chico tomaba Zoloft desde hacía varias semanas…
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