Publicado en julio 3 de 2013
En
la columna de la semana pasada anotaba que
autoridades ambientales y sanitarias
de Estados Unidos (FDA y EPA) reevaluaban el expediente del cuestionado
antibacteriano Triclosan; motivados por la publicación de nuevos estudios que
alertaban sobre sus efectos nocivos sobre la salud y el ambiente. Un lector
comentó que estaba “hasta la coronilla de que todo ahora
es malo”. Como otros lectores y amigos han expresado comentarios similares
sobre columnas anteriores, vale la pena hacer algunas precisiones.
Lo primero es que no se trata de mi opinión personal; la columna pasada
reproduce una decisión tomada por autoridades estadounidenses con base en
estudios académicos, como los citados. No son los únicos. Si escribimos en
Google “Triclosan efectos negativos” en ingles, aparecen más de 70.000
publicaciones, casi 10.000 de origen académico. Por lo mismo ya existen
restricciones para el Triclosan en varios países e incluso algunas empresas lo
han retirado voluntariamente de sus productos.
En marzo pasado el senador John
Marty, que apoya una campaña para prohibir el Triclosan en Minnesota,
advirtió que las empresas siempre
aseguran que sus productos son seguros;
pero que muchos de esos hoy se
encuentran en la extensa lista de los prohibidos.
Por ejemplo, en 1958 se encontró
que el pesticida DBCP producía atrofia de testículos y esterilidad en animales.
Pero solo fue prohibido en 1979 en Estados Unidos cuando se demostró que producía
esterilidad también en hombres. En Colombia en 1982. Esta demora en la
prohibición ocasionó la esterilidad de muchos trabajadores bananeros centroamericanos
que denunciaron a las empresas y muchos ganaron sus demandas.
Por este y otros motivos, casi
todos los países adoptaron el “Principio de Precaución (Ley 99 de 1993). Como
resultado de este proceso, se ha consolidado en el mundo la producción de
productos fabricados bajo los principios de la “Química Verde”. En muchos
países estos productos tienen un “sello verde” que orienta a los consumidores.
Frente al éxito económico de estos productos (sin sustancias peligrosas),
preferidos por el consumidor responsable, algunos economistas pronostican que hacia el futuro todos serán “Bio”
o “Verdes”.
Ahora, la base del consumo
responsable es la información al consumidor; una vez informado es su decisión
si decide o no seguir consumiendo productos que pueden afectar su salud. Si
prefiere prevenir que lamentarse más tarde.
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