Publicado en noviembre 28 de 2012
En
1987 participe en unos talleres en San Andrés y Providencia; estos tenían como
propósito realizar un inventario de los problemas ambientales de las islas. Sobre
el tema escribí un artículo titulado “Hacinamiento en el Paraíso” (Revista
Manglaria, Inderena). En esas décadas, los colombianos conocíamos a San Andrés sobre
todo por la posibilidad de comprar chécheres electrónicos y licores baratos; por
lo mismo la declaratoria de puerto libre en 1953 (impuesto a los isleños) fue
el golpe más duro que recibió el patrimonio cultural y ambiental isleño. Esta declaratoria generó una ola migratoria
que condujo a que -ya en esos años 80- San Andrés tenía una extravagante densidad
poblacional.
Hoy, la densidad poblacional de la isla supera los 2000 habitantes
por kilómetro cuadrado; en comparación, la densidad promedio en Colombia es cercana
a 42 hab/km2.
Este
hacinamiento extremo genera graves problemas –entre otros- con el
abastecimiento de agua potable, los residuos líquidos y sólidos y la construcción
de rellenos artificiales; factores asociados al creciente deterioro de la fauna y
flora terrestre y marítima y por consiguiente de la pesca. Los colombianos
también les llevamos a los isleños los problemas del narcotráfico y la inseguridad.
Para
completar, el archipiélago enfrenta problemas que amenazan su propia existencia.
En julio 4 (2012) me refería en esta columna (“La desaparición de las islas”) a un informe del Invemar sobre las amenazas que se ciernen (por el aumento del
nivel del mar) sobre el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa
Catalina. En agosto 2011 (“Petróleo en el paraíso”) escribí
sobre los riesgos relacionados con una explotación petrolera que pretendía
realizar la colombiana Agencia Nacional de Hidrocarburos sobre el archipiélago;
considerado Reserva Mundial de la
Biosfera (Seaflower) por la UNESCO.
En este contexto, lo peor que les puede pasar a los isleños es que desviemos
los recursos y malgastemos el tiempo en otra pelotera con los vecinos; en lugar
de lograr acuerdos con Nicaragua y comunidad internacional
para parar dementes proyectos petroleros y atender los apremiantes problemas de
los raizales y pescadores, los de aquí y los de allá. Como canta JM Serrat “prefiero los caminos a
las fronteras”.
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