sábado, octubre 20, 2012

PAZ CON HAMBRE NO ES PAZ

Publicado en Vanguardia Liberal en octubre 17 de 2012

¿La paz es firmar un papel? Se pregunta Magola, el personaje de la tira cómica de El Espectador. Ella misma  responde: “La paz es tener casa, educación, oportunidades, comida, igualdad, salud, trabajo”. Y sí, mientras millones de colombianos no tengan sus necesidades mínimas satisfechas, será muy difícil que la paz se instale en este sufrido país.
En Centroamérica se desarrollaron hace años procesos de paz con grupos armados. Sin embargo, en la actualidad este subcontinente es –según reciente informe de las Naciones Unidas- “una de las zonas más violentas del planeta”. En el Salvador, que firmó sus acuerdos de paz en 1992, se incubó la pandilla Mara Salvatrucha, que hoy cuenta con 30.000 temibles integrantes. La semana pasada el gobierno gringo los clasificó como “uno de los grupos criminales más peligrosos del mundo”.
Allá como acá, niños y jóvenes sin acceso a la educación ni al trabajo digno ni a la esperanza son presa fácil de las bandas armadas; sean sus integrantes guerrilleros, narco paramilitares o delincuentes comunes. En gran medida, como una estrategia de supervivencia, muchos se asocian a pandillas que aterrorizan a la población. Todo esto ocurre  en esas bombas de tiempo en que se han convertido las barriadas populares –auténticos asentamientos inhumanos- en Centroamérica, pero también en Colombia y otros países de América Latina. 

Salvo algunos desadaptados aficionados al twitter, la mayoría de los colombianos estamos hasta la coronilla de esta interminable guerra fratricida. De ahí que hay que apoyar decididamente el proceso iniciado esta semana en Oslo. También es importante reconocerle al presidente Santos su liderazgo en el tema. Pero igualmente hay que cuestionar que su gobierno no se ha apartado un ápice de la receta neoliberal que nos ha llevado a la catástrofe social en que nos encontramos.

Un antimodelo de “desarrollo” que destruye la producción nacional (agrícola e industrial) y por este camino dispara el desempleo, la informalidad y la pobreza, nunca nos permitirá alcanzar  la anhelada paz. Todo lo contrario.

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