sábado, julio 07, 2012

LA DESAPARICIÓN DE LAS ISLAS


Publicado en Vanguardia Liberal en julio 4 de 2012

Las islas son sitios -en verdad- paradisiacos. Las conozco muy bien desde niño ya que la casa de mis padres en Cartagena se encontraba ubicada a unos 100 metros de la bahía. Y muy cerca existía una pequeña isla, que llamábamos la Isla del Diablo.

Hoy no quedan rastros de esa islita que visitábamos con frecuencia (en canoas) los niños y jóvenes de esos lejanos años cincuenta y sesenta. Todo ese sector de la bahía fue rellenado y pavimentado para la construcción de muelles y bodegas y pocos rastros quedan de esos bellos y productivos paisajes. Productivos porque en esos sitios los pescados, camarones, caracoles  y cangrejos abundaban; no recuerdo que la gente “pobre” se quejara de hambre en esos años. Es la diferencia con la pobreza de hoy.

Aparte de problemas relacionados con la alocada expansión urbana que se practica en países como Colombia, las islas están amenazadas de desaparición por el incremento del nivel de los mares generado por el calentamiento global; fenómeno pronosticado hace más de 20 años por los científicos.

Infortunadamente  estas predicciones se transformaron en una inquietante realidad. Un  informe del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (publicado en El Tiempo, domingo pasado) advierte que el fenómeno marino amenaza los archipiélagos de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, las islas del Rosario y otras islas colombianas. Estas zonas pierden –en promedio- un metro de playa cada año. Sobre la perdida de playas en Cartagena, a causa del aumento del nivel del mar, he escrito varias notas en este espacio, la última en diciembre 28 del año pasado.

 

En el año 2006 escribí un artículo en  Cátedra Libre de la UIS sobre un informe elaborado por el economista Nicholas Stern, antiguo vicepresidente del Banco Mundial. El informe pronosticaba que, si no se tomaban medidas inmediatas,  el incremento del nivel del mar y otros fenómenos ligados al cambio climático desplazarían a millones de personas en el mundo y ocasionarían pérdidas económicas incalculables.

Sin embargo, a pesar de estos sonoros campanazos de alerta, ya en esos años existía mucho pesimismo sobre el Protocolo de Kyoto,  suscrito supuestamente para controlar las emisiones de gases  invernadero.  Acaba de terminar otra Cumbre Mundial y el pesimismo tiende a aumentar.  El titulo de un artículo de la OECD resume el fiasco global: Rio + 20 = 0. 

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