lunes, julio 30, 2012

LA BOMBA SOCIAL COLOMBIANA

Publicado en Vanguardia Liberal en julio 25 de 2012

En la Matanza de la Rubiera -ocurrida en 1967- un grupo de colonos de los llanos orientales invitó a 18 indígenas, para supuestamente entregarles  ropa y comida. Los indios  aceptaron la invitación y -cuando se encontraban en la mesa- fueron salvajemente  asesinados. En 1972, durante el juicio, uno de los acusados soltó una frase estremecedora: “No creíamos que matar indios fuera malo”. Y sí, en esos años no era considerado -en algunas regiones de Colombia- un delito matar indios; existían expresiones como "cuiviar" y "guahibiar", para referirse a la  caza de indios cuiva y guahibo.

 El Cauca –donde se desarrollan por estos días protestas indígenas- fue el escenario de las luchas del legendario Quintín Lame, perseguido y encarcelado a principios del siglo XX por acciones de defensa de su pueblo.  Las matanzas de indígenas se iniciaron durante la invasión europea, pero no terminaron con la presunta independencia. Siguen hasta nuestros días, hasta mayo 2012 la Organización Indígena de Colombia reportó “24 asesinatos de indígenas; la mayoría de Cauca, Nariño y Antioquia”. Las balas llegan de todos los lados.

Claro que no son solo los indios los que padecen atropellos en Colombia; son todos aquellos que se atreven a protestar y reclamar sus derechos, en uno de los países más injustos del planeta. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos reportó (informe de 2011) que muchos “líderes sindicales, indígenas, afrodescendientes y desplazados, se encuentran en riesgo de sufrir ataques contra su vida”.

Problemas estructurales que los gobiernos pretenden solucionar aumentando cada vez más la fuerza pública; integrada en su mayoría por mestizos y mulatos empujados a combatir contra sus iguales. La tradicional guerra de pobres contra pobres; unos tratan de sobrevivir en el narcotráfico o las “Bacrin”, otros en la guerrilla y otros más se alistan en las fuerzas armadas. El problema es que las demenciales políticas macroeconómicas solo están generando más desempleo en el campo y la ciudad. Y esto solo puede significar más pobreza y -por supuesto- más inseguridad.

El presidente Santos, aparte de tomar distancia de la gallada de la narcoparapolítica que rodeaba a su antecesor, sigue la misma cartilla neoliberal que alimenta la bomba social que  podría explotarnos en la cara. A menos que el presidente convierta esta profunda crisis en una oportunidad para emprender las reformas que requiere con urgencia este sufrido país.

No hay comentarios.: