Desde los años 70 Colombia cuenta con un pequeño reactor nuclear destinado a investigación, capacitación y producción de radioisótopos para usos médicos e industriales; fue desarrollado por el liquidado Instituto de Asuntos Nucleares. Desde 1981 se han propuesto proyectos para construir centrales nucleares para generación de electricidad; como las que funcionan en los países industrializados desde hace más de 40 años. Estas propuestas fueron desechadas con argumentos económicos, ambientales y de seguridad. Económicos, porque son tecnologías muy costosas.
Los riesgos ambientales y de seguridad quedaron evidenciados en los accidentes de Three Mile Island en Estados Unidos (1979) y Chernóbil (1986). Si estos accidentes ocurrieron en países con experiencia en este campo, es mucho más probable que se registren en países con precarias competencias nucleares, como Colombia o Venezuela.
A raíz de estos graves accidentes, la mayoría de los países suspendieron los proyectos de generación de electricidad a partir de uranio. Sin embargo, en los últimos años –a raíz de los problemas asociados al cambio climático- la energía nuclear salió del limbo en que se encontraba. Estas centrales no emiten a la atmosfera gases de invernadero producidos cuando generamos energía quemando combustibles fósiles como el gas, el petróleo o el carbón. No generan CO2 pero sí residuos radioactivos de extrema peligrosidad, sin mencionar los riesgos de accidentes catastróficos, tipo Chernóbil.
El caso es que la resurrección de la industria nuclear desató una feroz competencia entre los países industrializados y los emergentes, como Rusia o Corea del Sur. Este último país suscribió un contrato (el año pasado) con los Emiratos Árabes para construir, no una, sino cuatro centrales nucleares. El contrato no fue del agrado de Estados Unidos y Europa, proveedores tradicionales de estos mercados. Pero nadie ha planteado que estos países petroleros (no democráticos, pues no hay elecciones ni partidos políticos) proyecten construir bombas atómicas. Algo que no sería fácil ya que una central nuclear usa uranio 235 enriquecido de menos del 20%, una bomba atómica requiere uranio de más del 80%.
Hace poco el ex presidente Álvaro Uribe advirtió sobre los riesgos de los “desarrollos nucleares” de Venezuela. Voz muy autorizada, sobre todo si recordamos que en el año 2006 su gobierno confundió una fábrica de bicicletas en Venezuela con un reactor nuclear (ver mi columna de 02/04/2008 en blog)
Los riesgos ambientales y de seguridad quedaron evidenciados en los accidentes de Three Mile Island en Estados Unidos (1979) y Chernóbil (1986). Si estos accidentes ocurrieron en países con experiencia en este campo, es mucho más probable que se registren en países con precarias competencias nucleares, como Colombia o Venezuela.
A raíz de estos graves accidentes, la mayoría de los países suspendieron los proyectos de generación de electricidad a partir de uranio. Sin embargo, en los últimos años –a raíz de los problemas asociados al cambio climático- la energía nuclear salió del limbo en que se encontraba. Estas centrales no emiten a la atmosfera gases de invernadero producidos cuando generamos energía quemando combustibles fósiles como el gas, el petróleo o el carbón. No generan CO2 pero sí residuos radioactivos de extrema peligrosidad, sin mencionar los riesgos de accidentes catastróficos, tipo Chernóbil.
El caso es que la resurrección de la industria nuclear desató una feroz competencia entre los países industrializados y los emergentes, como Rusia o Corea del Sur. Este último país suscribió un contrato (el año pasado) con los Emiratos Árabes para construir, no una, sino cuatro centrales nucleares. El contrato no fue del agrado de Estados Unidos y Europa, proveedores tradicionales de estos mercados. Pero nadie ha planteado que estos países petroleros (no democráticos, pues no hay elecciones ni partidos políticos) proyecten construir bombas atómicas. Algo que no sería fácil ya que una central nuclear usa uranio 235 enriquecido de menos del 20%, una bomba atómica requiere uranio de más del 80%.
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4 comentarios:
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