sábado, noviembre 27, 2010

La voz del pueblo NO es la voz de Dios

Publicado en Vanguardia Liberal en noviembre 24 de 2010

La frase La voz del pueblo es la voz de Dios es un exabrupto, sobre todo un irrespeto con Dios. Decía Alcuino de York en el siglo VIII: “No hay que escuchar a quienes digan que la voz del pueblo es la voz de Dios, porque la algarabía de la masa siempre está cerca de la locura”. Y sí, una sociedad debe estar loca para elegir a presidentes como Fuyimori en Perú, hoy en la guandoca por muchos delitos. O a Silvio Berlusconi, acusado por un tribunal italiano de vínculos con la mafia. En Estados Unidos “el pueblo” eligió y reeligió al tarado George Bush y antes a Richard Nixon, quien renunció por el escándalo Watergate.

En Colombia la cosa es más dramática, ya que “el pueblo” eligió y reeligió a Álvaro Uribe; quien arrastra una interminable cola de escándalos. El actual director del Incoder (instituto de la política agraria) denunció que, en el gobierno anterior, la entidad prácticamente era controlada por los paramilitares. Peores cosas ocurrieron en el DAS. FondeLibertad, entidad encargada de combatir el secuestro, viene de ser liquidada por el actual gobierno ¿por facilitar los mismos?. La Dirección Nacional de Estupefacientes era el “parque de diversiones de la mafia”, dijo su nuevo director.

En el Inpec “mandaban los parapolíticos” y en el Banco Agrario cambiaban “préstamos por votos”, cuenta Semana. En Ingeominas repartieron “títulos mineros a diestra y siniestra”. Muchos títulos en los páramos de Santander, fuente del agua de esta ciudad. A las mineras también les dieron otras gabelas. “Lo de Agro Ingreso Seguro es un juego de niños al lado del subsidio que le damos a las mineras”: dijo el senador Juan Velasco.

Por mucho menos cayó Nixon en Estados Unidos y está preso Fuyimori en Perú. Aquí no, Álvaro Uribe mantuvo elevados niveles de aprobación hasta que se fue, pero sigue tirando línea y consiguiéndole asilo a sus judicializados ex funcionarios. Sin embargo, como señala Mauricio Cabrera, la masa que aplaudía a Uribe hoy vitorea a Santos, mientras este rectifica el desastroso legado uribista. Lo que confirma la volatilidad de una opinión pública que es fácilmente manipulada por gobiernos y medios al servicio de intereses económicos y políticos. Todo ello en el caldo de cultivo de una sociedad con graves carencias educativas e informativas.

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