Publicado en Vanguardia Liberal en noviembre 23 de 2005
El domingo pasado el gobierno informó que el Alto Comisionado ha sido autorizado “a trabajar para sacar adelante un acuerdo humanitario que permita la libertad de los secuestrados por las FARC”. Ya era hora pues el próximo 23 de febrero se cumplirán cuatro años del secuestro de Ingrid Betancourt y Clara Rojas, por parte del grupo armado. Ellas comparten las difíciles condiciones con los policías, soldados, políticos y demás ciudadanos que padecen los rigores del cautiverio, algunos desde hace casi ocho años. Claro que el comunicado presidencial fue recibido más bien con reservas. Y es que –como señaló el expresidente López- este gobierno ha producido “tantas autorizaciones y tantas comisiones” (y tantos ultimátum) que habría que ver si se trata de algo serio o de otro gastado truco electoral.
En todo caso, no deja de sorprender la vigencia que mantiene Ingrid en la memoria de los colombianos, a pesar del tiempo pasado y de la escasa cobertura de los medios nacionales. En la encuesta que publicó El Tiempo el sábado, la líder del Partido Verde Oxígeno ocupa el tercer puesto en imagen favorable. Sólo la superan Noemí Sanin y Lucho Garzón y está empatada con Mockus. Pero con relación a imagen desfavorable, a Ingrid le va mejor que a los anteriores. Muy por debajo en imagen favorable se encuentran los Santos y más abajo Germán Vargas, connotados uribistas. En este contexto de encuestas y reelecciones ¿sí existirá un interés real en la liberación de Ingrid? ¿Qué impacto tendria su regreso a la politica sobre los procesos electorales que se avecinan?
Por lo demás, no deja de ser paradójico que unas encuestas, que continúan favoreciendo (con tendencia a la baja) a Uribe, muestren al mismo tiempo una alta opinión favorable en beneficio de Lucho Garzón (del opositor Polo Democrático) y de Ingrid, que es una dura contradictora del candidato presidente. Los partidos verdes, comprometidos con el pacifismo, el desarrollo sostenible y la defensa del estado social de derecho y la producción nacional, se identifican con la izquierda democrática; representan lo opuesto al modelo neoliberal que encarna Uribe.
Por lo anterior, me parece que las encuestas no son tan contundentes como pretenden hacer creer los uribistas. Recordemos además el fracaso del referendo, la victoria de Lucho en Bogotá sobre el candidato uribista y la creciente audiencia -en medios académicos e incluso empresariales- de líderes de Alternativa Democrática, como Jorge Robledo y el candidato Carlos Gaviria.
Sin embargo, el más importante aliado que encuentra Uribe en este momento es la dispersión en que se encuentran las fuerzas que presentan una alternativa al modelo neoliberal y a la narcoparapolítica. Ya que el enemigo mortal de la reelección no es la desunida oposición, sino las contradicciones que existen entre las fuerzas que apoyan a Uribe; quien se debate entre sus compromisos de no extradición con Don Berna y de sí extradición con Bush; entre sus acuerdos con los gringos por un TLC letal para la producción y la soberanía nacional y los intereses de los empresarios colombianos que financian sus campañas.
El domingo pasado el gobierno informó que el Alto Comisionado ha sido autorizado “a trabajar para sacar adelante un acuerdo humanitario que permita la libertad de los secuestrados por las FARC”. Ya era hora pues el próximo 23 de febrero se cumplirán cuatro años del secuestro de Ingrid Betancourt y Clara Rojas, por parte del grupo armado. Ellas comparten las difíciles condiciones con los policías, soldados, políticos y demás ciudadanos que padecen los rigores del cautiverio, algunos desde hace casi ocho años. Claro que el comunicado presidencial fue recibido más bien con reservas. Y es que –como señaló el expresidente López- este gobierno ha producido “tantas autorizaciones y tantas comisiones” (y tantos ultimátum) que habría que ver si se trata de algo serio o de otro gastado truco electoral.
En todo caso, no deja de sorprender la vigencia que mantiene Ingrid en la memoria de los colombianos, a pesar del tiempo pasado y de la escasa cobertura de los medios nacionales. En la encuesta que publicó El Tiempo el sábado, la líder del Partido Verde Oxígeno ocupa el tercer puesto en imagen favorable. Sólo la superan Noemí Sanin y Lucho Garzón y está empatada con Mockus. Pero con relación a imagen desfavorable, a Ingrid le va mejor que a los anteriores. Muy por debajo en imagen favorable se encuentran los Santos y más abajo Germán Vargas, connotados uribistas. En este contexto de encuestas y reelecciones ¿sí existirá un interés real en la liberación de Ingrid? ¿Qué impacto tendria su regreso a la politica sobre los procesos electorales que se avecinan?
Por lo demás, no deja de ser paradójico que unas encuestas, que continúan favoreciendo (con tendencia a la baja) a Uribe, muestren al mismo tiempo una alta opinión favorable en beneficio de Lucho Garzón (del opositor Polo Democrático) y de Ingrid, que es una dura contradictora del candidato presidente. Los partidos verdes, comprometidos con el pacifismo, el desarrollo sostenible y la defensa del estado social de derecho y la producción nacional, se identifican con la izquierda democrática; representan lo opuesto al modelo neoliberal que encarna Uribe.
Por lo anterior, me parece que las encuestas no son tan contundentes como pretenden hacer creer los uribistas. Recordemos además el fracaso del referendo, la victoria de Lucho en Bogotá sobre el candidato uribista y la creciente audiencia -en medios académicos e incluso empresariales- de líderes de Alternativa Democrática, como Jorge Robledo y el candidato Carlos Gaviria.
Sin embargo, el más importante aliado que encuentra Uribe en este momento es la dispersión en que se encuentran las fuerzas que presentan una alternativa al modelo neoliberal y a la narcoparapolítica. Ya que el enemigo mortal de la reelección no es la desunida oposición, sino las contradicciones que existen entre las fuerzas que apoyan a Uribe; quien se debate entre sus compromisos de no extradición con Don Berna y de sí extradición con Bush; entre sus acuerdos con los gringos por un TLC letal para la producción y la soberanía nacional y los intereses de los empresarios colombianos que financian sus campañas.
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