Según el diccionario, un ultimátum es una resolución “terminante y definitiva”, es uno solo. Por ello no se entiende por que se sigue utilizando este vocablo cuando el candidato presidente hace –cada cierto tiempo- un pronunciamiento orientado a ponerle algún tipo de orden al proceso con los narcoparamilitares. Un proceso que –según el exuribista senador Rafael Pardo- es conducido por los armados ilegales, no por el gobierno. El hecho es que hemos perdido la cuenta de los “ultimátum” que Uribe les ha formulado a los paras. En una columna publicada en junio 16 del 2004, me refería al fracaso del “ultimátum” que el presidente le había dado a estos grupos en abril de ese año; cuestionados en ese momento por cometer abusos contra indígenas, extorsionar a ganaderos y campesinos y amenazar a sindicalistas y maestros.
En este último “ultimátum” conmina a los líderes de Ralito a no participar o interferir con las armas en el proceso electoral que se avecina, ya que se los acusa de intimidar y boletear a las gentes (lo mismo de antes). Vale la pena recordar que la oposición viene denunciando estas irregularidades desde hace meses o años, pero el presidente sólo se pronuncia cuando los amenazados son los amigos de su reelección.
Por lo anterior, existen razones para pensar que el “ultimátum” correrá la misma suerte que los anteriores. Es decir, las cosas seguirán igual o peor. ¿Ultimátum o mamadera de gallo? El guión de este tipo de realities presidenciales es más o menos el siguiente: El presidente candidato produce un duro pronunciamiento frente a las cámaras de televisión. A continuación, los líderes de los armados ilegales y sus aliados políticos agachan la cabeza, en señal de sometimiento frente a la ira presidencial. Esto, frente a las cámaras de televisión, pues por lo bajo confirman que continuarán haciendo lo que quieren. El público, que sólo ve la versión de los teledesinformativos, queda feliz. “Al fin tenemos un presidente con los pantalones bien amarrados, no como el otro, el pendejo del Caguan” son los comentarios que se escuchan.
Sin embargo, poco después, cuando los otros alzan la voz, “en un tono más reposado” el ministro Sabas y el comisionado Restrepo pasan a “explicar” la advertencia presidencial a los paras. En diciembre veremos que no se cumplió la exigencia del gobierno (desmovilización total) sino lo que ya decidieron las AUC, que no lo harán. Si acaso disfrutaremos de otra desmovilización aparente, para las cámaras.
En este contexto de funcionarios públicos haciendo política reeleccionista, narcoparamilitares interfiriendo y muchos medios de comunicación al servicio del capital, las elecciones que se aproximan van a exigir una gran dosis de ingenio para los candidatos. Incluso para los mismos uribistas, que han denunciado amenazas contra los que no están en la rosca de Ralito. De ahí que –aunque es necesario continuar las denuncias pues la cosa podría ser peor- también resulta esencial desarrollar estrategias orientadas a hacerles llegar a los ciudadanos las alternativas políticas que se proponen. Lo que está en juego es la democracia misma.
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