miércoles, octubre 19, 2005

¿Es el glifosato un "disruptor" endocrino?

Columna publicada en Vanguardia Liberal, octubre 19 de 2005

En su columna del domingo en El Tiempo, el expresidente Alfonso López Michelsen continúa su campaña a favor del uso de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) en Colombia. Cuestiona la decisión del Ministerio de Medio Ambiente (Vivienda y demás) de “someter a licencia todas y cada una de las semillas importadas”. Sorprende la posición del ilustre constitucionalista pues la decisión tiene que ver con disposiciones establecidas en la ley 99 de 1993 y en el Protocolo de Seguridad de la Biotecnología, conocido como Protocolo de Cartagena. ¿Sugiere acaso el expresidente que se autoricen las importaciones, violando claras disposiciones legales y compromisos internacionales? No lo creo.

El Protocolo tiene como propósito "proteger la diversidad biológica de los riesgos potenciales asociados a los OGM". ¿Existen estos riegos? Claro que sí. Se ha comprobado, por ejemplo, que las plantas transgénicas pueden "contaminar" ecosistemas constituidos por especies que no lo son y trasmitirles sus propiedades. El impacto en el largo plazo de este proceso es desconocido, lo que debería motivarnos a la prudencia, a la aplicación del principio de precaución, que también invocan la ley 99 y el Protocolo de Cartagena.

Nadie discute que las investigaciones tendientes a descifrar y buscarle aplicaciones al código genético deben continuar; lo que es objeto de polémicas es su aplicación prematura, por parte de poderosos monopolios económicos, cuyos intereses –como ya se sabe- no coinciden con los de agricultores y consumidores. La contaminación de especies agrícolas ha causado, además, otro tipo de problemas.

En Canadá, Percy Schmeiser fue víctima de una “contaminación genética” por parte de cultivos vecinos de OGM. El agricultor fue acusado de violar las leyes de patentes porque “en algunas de sus parcelas habían brotado plantas de colza transgénica”. Monsanto, el fabricante de las semillas, le exigió una parte de sus ingresos y un Tribunal Federal canadiense falló contra el agricultor.

Otro aspecto tiene que ver con el aumento de las aspersiones de glifosato. Se estima que el 72% de las semillas transgénicas producidas (2004) son tolerantes a los herbicidas. Las firmas que producen las semillas son las mismas que fabrican los agroquímicos. Entonces, más transgénicos significa más ventas de glifosato. De hecho el desarrollo de estos cultivos en algunos países estimuló las ventas de herbicidas. He perdido la cuenta de los artículos que he escrito en este y otros espacios sobre los efectos del glifosato.

Sin embargo, una investigación publicada este año, confirma que los riesgos asociados a este producto podrían ser mayores que los ya señalados. El estudio concluye que el Roundup-glifosato actúa como un disruptor endocrino, a concentraciones más bajas que las usadas en la agricultura. Los disruptores tienen una baja toxicidad aguda, pero afectan el sistema hormonal y pueden ocasionar malformaciones, aumento de los abortos, nacimientos prematuros y problemas de reproducción, entre otros. El problema no es sólo para los agricultores –legales o ilegales- estos productos pueden estar en los alimentos y las aguas, que después consumimos todos. Ver artículo anterior sobre disruptores a continuación.

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