sábado, abril 20, 2013

Metrolínea: NO nos mueve

Publicada en Vanguardia Liberal en abril 17 de 2013

Manejar en Bucaramanga y su área metropolitana se ha convertido en una  pesadilla. Uno de los problemas es que muchos conductores hacen todo lo contrario a lo que dictan las señales de tránsito. Por ejemplo, hace unos días frené mi vehículo al llegar a una señal de parar, a la salida de Provenza. Para mi sorpresa, pocos segundos después un vehículo me impactó por detrás y me arrastró varios metros. No es la primera vez, hace unos años frené al llegar a un semáforo que estaba pasando a rojo; en esa ocasión fue un bus el que me arrastró.  Muchos tienen la tendencia, no a frenar, sino  a acelerar al llegar a un semáforo en amarillo o rojo.

 De ahí que las autoridades deben aumentar las campañas de cultura ciudadana en este y otros temas (como el caso de los residuos sólidos). Y también los controles para la entrega de licencias de conducción de motos y automóviles; sobre todo controles a algunos intermediarios.

Ahora, cada vez tenemos más loquitos conduciendo pues el servicio que presta  Metrolínea es pésimo y muchos han optado por comprar motos que han invadido la ciudad.  De vez en cuando tomo Metrolínea y he podido constatar que las quejas que plantean a diario sus  usuarios permanentes son justificadas. Salgo a tomar el bus que me corresponde en Provenza; en la parada los usuarios debemos esperar que pasen tres o cuatro buses completamente repletos, por lo mismo no paran. Tenemos suerte, pues en otros barrios sencillamente no pasan.

 Cuando milagrosamente se logra que pare un bus; hay que subir rapidito pues este sale a velocidad demencial hacia la central. Para completar, como los buses van “taquiados” se dificulta mucho bajar en las paradas. Son diarias  las  quejas de los pasajeros, pues el conductor le cierra las puertas en forma prematura y no alcanzan a bajar. Esto es fuente de frecuentes conflictos con el conductor.

 El pésimo servicio obliga a muchos  a optar por  taxis colectivos, carros piratas o  motos; lo que hace prever que no será fácil que Metrolinea  alcance su punto de equilibrio.  En una columna que escribí en octubre de 2011 (Un desastre llamado Metrolínea) advertía que “se trata de problemas estructurales, que no se solucionarán con pañitos de agua tibia”.

 

 

 

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