Publicado en Vanguardia Liberal en abril 11 de 2012
Las personas que visitamos Cartagena la semana pasada fuimos testigos del gigantesco dispositivo de seguridad desplegado con motivo de la Cumbre de las Américas. Los Presidentes y sus delegaciones se alojarán en el Hotel Las Américas y otros hoteles localizados en Bocagrande y el centro amurallado. De ahí que estos sectores, que representan menos del 20 % del territorio de la ciudad están efectivamente custodiados por miles de policías y soldados, equipados de sofisticados armamentos y medios de transporte y comunicación.
Para completar: las autoridades desplazaron los vendedores ambulantes y recogieron a indigentes, drogadictos y hasta perros callejeros. Por supuesto que –con tanto loco suelto- estas medidas están plenamente justificadas. Además, hay que reconocer que para los privilegiados residentes de estos sectores protegidos resulta agradable salir a la calle –incluso de noche- sin el temor de ser atracados.
El problema es que se trata de una seguridad ficticia, ya que, una vez finalizado el evento, regresará la creciente inseguridad que se tomó al Corralito de Piedra. Incluso durante esos días, salí del centro amurallado a visitar familiares y amigos que viven en barrios que antes eran un remanso de paz y hoy padecen una tremenda inseguridad.
Me contaba una prima que en su calle atracan todos los días; un barrio donde la gente se sentaba en los antejardines a tomar el fresco, hoy se asemeja a un desierto urbano: la gente vive encerrada. Otra amiga, dueña de una floristería, nos ofreció detalles del susto que pasó por cuenta de extorsionistas que llegaron hasta su propia casa, localizada en un barrio de estrato alto.
Están justificados los despliegues policiales para eventos como el de esta semana, lo lamentable es que esa sea una seguridad para descrestar a los visitantes. No una seguridad pensada para los residentes de ciudades antes muy pacíficas, como Cartagena o Bucaramanga. Hemos perdido la tranquilidad cotidiana y no la recuperaremos colocando un policía en cada esquina, sino acometiendo las profundas reformas socio-económicas que requiere con urgencia este país.
Un tema de la Cumbre de las Américas debería ser el análisis del anti modelo de desarrollo que siguen nuestros países. Un “modelo” que solo produce más desempleo, subempleo, desigualdad y deterioro ambiental es un excelente modelo: de lo que no se debe hacer. Un perfecto caldo de cultivo para todas las violencias que padecemos.
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