Publicado en Vaunguardia Liberal en marzo 21 de 2012
En los primeros días del año estaba en Francia y debía transportarme con mi esposa de una ciudad intermedia a otra. Los horarios de buses y trenes no nos cuadraban. Un amigo francés, funcionario de una agencia ambiental, recomendó: ¿Por qué no viajan en covoiturage (viaje compartido en automóvil)? Este es un medio informal de transporte que funciona en toda Europa ( http://www.covoiturage.fr/).
Nuestro amigo nos consiguió por internet un vehículo particular, justo a la hora que necesitábamos. A esa hora, en el sitio acordado, nos recogió un joven amable que nos transportó (por la mitad del precio en bus) en su vehículo personal hasta el destino común, donde él había previsto visitar familiares.
Por supuesto que el contexto es diferente al nuestro; también que las posibilidades de reproducir aquí la experiencia no son viables, por razones de seguridad. Pero vale la pena resaltar que algunos medios informales de transporte son tolerados (y hasta estimulados) en muchos países. Incluso en países, como los europeos, que cuentan con impecables vías y trenes rápidos. Aquí no, aquí vamos para atrás como el cangrejo. En el transporte entre ciudades, tenemos probablemente las peores vías de mundo, incluso comparándonos con países de América Latina. Para completar: acabamos con el tren, que muchos utilizamos en los años setenta para viajar cómodamente a la costa.
El transporte al interior de nuestras ciudades es igualmente lamentable y no tiende a mejorar, todo lo contrario. De ahí que mucha gente se ve obligada a usar el transporte informal. En el caso del Área Metropolitana de Bucaramanga, hay muchos sitios (barriadas pobres, asentamientos o veredas cercanas) donde no llegan taxis ni buses y por consiguiente la única forma de llegar y salir es con el servicio informal.
Por ello, vetar a todos los transportadores informales les generaría un gran perjuicio a miles de personas de estratos populares. Lo sensato sería definir sitios no cubiertos por los formales y censar, acompañar y formalizar a los informales. El caso del transporte informal no es el único; tenemos en situación comparable con vendedores, mineros, productores de huevos o panelas, entre otros. Por lo mismo, no podemos agravar aún más la precaria situación de los que intentan sobrevivir por estos medios; alimentando así la peligrosa hoguera social, que esperemos no nos explote en la cara un día de estos.
En los primeros días del año estaba en Francia y debía transportarme con mi esposa de una ciudad intermedia a otra. Los horarios de buses y trenes no nos cuadraban. Un amigo francés, funcionario de una agencia ambiental, recomendó: ¿Por qué no viajan en covoiturage (viaje compartido en automóvil)? Este es un medio informal de transporte que funciona en toda Europa ( http://www.covoiturage.fr/).
Nuestro amigo nos consiguió por internet un vehículo particular, justo a la hora que necesitábamos. A esa hora, en el sitio acordado, nos recogió un joven amable que nos transportó (por la mitad del precio en bus) en su vehículo personal hasta el destino común, donde él había previsto visitar familiares.
Por supuesto que el contexto es diferente al nuestro; también que las posibilidades de reproducir aquí la experiencia no son viables, por razones de seguridad. Pero vale la pena resaltar que algunos medios informales de transporte son tolerados (y hasta estimulados) en muchos países. Incluso en países, como los europeos, que cuentan con impecables vías y trenes rápidos. Aquí no, aquí vamos para atrás como el cangrejo. En el transporte entre ciudades, tenemos probablemente las peores vías de mundo, incluso comparándonos con países de América Latina. Para completar: acabamos con el tren, que muchos utilizamos en los años setenta para viajar cómodamente a la costa.
El transporte al interior de nuestras ciudades es igualmente lamentable y no tiende a mejorar, todo lo contrario. De ahí que mucha gente se ve obligada a usar el transporte informal. En el caso del Área Metropolitana de Bucaramanga, hay muchos sitios (barriadas pobres, asentamientos o veredas cercanas) donde no llegan taxis ni buses y por consiguiente la única forma de llegar y salir es con el servicio informal.
Por ello, vetar a todos los transportadores informales les generaría un gran perjuicio a miles de personas de estratos populares. Lo sensato sería definir sitios no cubiertos por los formales y censar, acompañar y formalizar a los informales. El caso del transporte informal no es el único; tenemos en situación comparable con vendedores, mineros, productores de huevos o panelas, entre otros. Por lo mismo, no podemos agravar aún más la precaria situación de los que intentan sobrevivir por estos medios; alimentando así la peligrosa hoguera social, que esperemos no nos explote en la cara un día de estos.
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