Publicado en Vanguardia Liberal en octubre 5 de 2011
Cuando hace años se planteó el proyecto Metrolínea, algunos ingenuos pensamos que su propósito era mejorar la movilidad. Pero no, parece que su objetivo era todo lo contrario: agravar el problema. En este sentido hay que reconocer que el proyecto ha sido exitoso; cada vez tenemos más trancones. Es el caso de la trocha que conecta a Bucaramanga con Floridablanca, por cuenta de la eliminación de un carril. Así, todos los días padecemos monumentales trancones mientras que al lado vemos desierto el subutilizado carril de Metrolinea.
Claro que lo anterior es normal en una ciudad y un país donde los proyectos no se hacen para solucionar los problemas, sino para agudizarlos. Edificamos barrios para damnificados en los que se corren más peligros que en las zonas de riesgo, ya que las casas se desmoronan sobre sus moradores. También construimos plantas de tratamiento de aguas residuales, supuestamente para limpiar los ríos, pero estas instalaciones terminan siendo su principal fuente de contaminación. Por supuesto que de estos fracasos derivan ganancias los avivatos de siempre.
En fin, regresando a Metrolínea, la semana pasada el presidente de la Sociedad Santandereana de Ingenieros advirtió: "La carrera 33 no está preparada para recibir al Sistema Integrado de Transporte Masivo en noviembre". Resulta que los nuevos buses son más anchos que los antiguos, en una vía que ya está congestionada. ¿Qué tal? Las vías estrechas no se limitan a la 33, las sufrimos en muchos otros sitios. En muchos tramos de la ya citada trocha Bucaramanga- Florida, un ciclista o un pobre señor que empuja una carreta genera trancones, pues es imposible pasarlo debido al precario ancho de la vía.
Se trata de sistemas viales diseñados para evitar la circulación de los ciclistas, en contravía de la tendencia mundial que busca favorecerlos. En nuestro caso, circular por la "autopista" en bicicleta constituye casi que un suicidio. Con el agravante de que en largos tramos no dejaron andenes para los peatones, de ahí que los caminantes se ven obligados a arrojarse a la "autopista" con el riesgo que esto representa.
Los problemas de Metrolínea no se quedan allí sino que su cobertura es baja (20 %), tiene graves problemas financieros, malos acabados, obras faraónicas innecesarias y el servicio es deficiente, entre otros. Se trata de problemas estructurales que no se solucionarán con pañitos de agua tibia.
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