Publicado en Vanguardia Liberal en enero 23 de 2008
El Tiempo del viernes 18 de enero informo que los decomisos de cocaína cayeron en el 2007. “Los malos se están moviendo mas rápido que nosotros” advierte un militar de EE.UU. También se confirma -una vez más- que la producción de cocaína en Colombia sigue subiendo: paso de 430 toneladas en el 2004 a 610 en el 2006 (En 1996 era de 300 toneladas). El negocio esta más boyante que nunca, mientras el gobierno extradita a pequeñas “mulas” y a vendedores de plátanos.
Frente a estos comprobados fracasos en la presunta lucha contra las drogas, hay que reiterar la pregunta: ¿Se esta aplicando una política para acabar el narcotráfico o más bien una para fortalecerlo? Complicada la cosa pues si el narcotráfico es el combustible del narco-terrorismo de todos los pelajes, y cada vez los malandros reciben más plata: ¿será que alguna vez veremos la luz al final del sangriento túnel?
En el mismo periódico se informa que “el país cultiva cada vez menos cereales” (maíz, sorgo, trigo, cebada, soya). Efectivamente las cifras confirman que –durante este gobierno- la producción de cereales cayo y las importaciones se dispararon. Menos producción agrícola implica menos empleo rural para los nacionales. El problema no es solo de la agricultura sino también de la agonizante industria nacional. Hace poco escuche una documentada conferencia del Ingeniero Químico Alfonso Conde (M.S., Ph.D.), en la que mostraba la magnitud de la debacle de la industria química colombiana en los últimos años y la perdida de plazas de trabajo.
Entonces ¿Cómo va a aumentar el empleo en un país que sistemáticamente destruye su agricultura e industria? Claro que el gobierno cuenta como empleados a los vendedores de mandarinas de los semáforos, el problema es que –al paso que vamos – todos terminaremos de vendedores ambulantes y muchos continuaran engrosando las filas del narcoterrorismo paraco o guerrillero, o el de la lavandería de dineros ilegales, que goza de una inusitada prosperidad económica.
Todas estas cifras no son un invento de la oposición, sino que corresponden a una realidad que un sector de la opinión pública se rehúsa a aceptar. Y estos problemas no los vamos a arreglar con marchas –que en nada contribuyen a la liberación de los secuestrados- sino con profundas rectificaciones en la conducción del estado colombiano.
El Tiempo del viernes 18 de enero informo que los decomisos de cocaína cayeron en el 2007. “Los malos se están moviendo mas rápido que nosotros” advierte un militar de EE.UU. También se confirma -una vez más- que la producción de cocaína en Colombia sigue subiendo: paso de 430 toneladas en el 2004 a 610 en el 2006 (En 1996 era de 300 toneladas). El negocio esta más boyante que nunca, mientras el gobierno extradita a pequeñas “mulas” y a vendedores de plátanos.
Frente a estos comprobados fracasos en la presunta lucha contra las drogas, hay que reiterar la pregunta: ¿Se esta aplicando una política para acabar el narcotráfico o más bien una para fortalecerlo? Complicada la cosa pues si el narcotráfico es el combustible del narco-terrorismo de todos los pelajes, y cada vez los malandros reciben más plata: ¿será que alguna vez veremos la luz al final del sangriento túnel?
En el mismo periódico se informa que “el país cultiva cada vez menos cereales” (maíz, sorgo, trigo, cebada, soya). Efectivamente las cifras confirman que –durante este gobierno- la producción de cereales cayo y las importaciones se dispararon. Menos producción agrícola implica menos empleo rural para los nacionales. El problema no es solo de la agricultura sino también de la agonizante industria nacional. Hace poco escuche una documentada conferencia del Ingeniero Químico Alfonso Conde (M.S., Ph.D.), en la que mostraba la magnitud de la debacle de la industria química colombiana en los últimos años y la perdida de plazas de trabajo.
Entonces ¿Cómo va a aumentar el empleo en un país que sistemáticamente destruye su agricultura e industria? Claro que el gobierno cuenta como empleados a los vendedores de mandarinas de los semáforos, el problema es que –al paso que vamos – todos terminaremos de vendedores ambulantes y muchos continuaran engrosando las filas del narcoterrorismo paraco o guerrillero, o el de la lavandería de dineros ilegales, que goza de una inusitada prosperidad económica.
Todas estas cifras no son un invento de la oposición, sino que corresponden a una realidad que un sector de la opinión pública se rehúsa a aceptar. Y estos problemas no los vamos a arreglar con marchas –que en nada contribuyen a la liberación de los secuestrados- sino con profundas rectificaciones en la conducción del estado colombiano.
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