El pasado fin de semana, las agencias internacionales publicaron una noticia bastante curiosa. Un informe divulgado por el senado de los Estados Unidos concluyó: “No hay evidencia que vincule al exderrocado presidente iraquí, Saddam Hussein, con la red terrorista Al Quaeda”. El senado se tomó varios años para comprobar lo que ya sabían las millones de personas que protestaron hace tres años por la ilegal invasión a Iraq, en todo el mundo, incluida Bucaramanga. Y es que Saddam no fue –no podía ser- socio de Al Qaeda. El académico Noam Chomski, famoso por sus aportes a la Lingüística, señaló en el 2002: “Saddam y Bin Laden son monstruos. Pero son monstruos diferentes. Hussein es secular; Osama Bin Laden es un fanático religioso. Se han odiado por años”.
El escritor y cineasta estadounidense Michael Moore recuerda en su libro ¿Qué han hecho con mi país? (escrito tres años antes de que los senadores gringos descubrieran el agua tibia) que George Bush repitió muchas veces que “Saddam ha tenido vínculos con Al-Quada”. También cuenta Moore como empezó a desbaratarse una de las mentiras que justificó la invasión de Iraq. En febrero de 2003, un informe de la inteligencia británica concluyó que no existían contactos entre Saddam y Osama y que “los objetivos de Bin Laden son incompatibles ideológicamente con el Iraq de hoy”.
Además, señala Moore, el sitio donde presuntamente estaban las armas y explosivos de Osama en Iraq, no estaba bajo el dominio de Saddam sino de…el ejercito de Estados Unidos. A pesar de estas evidencias, la mayoría de los estadounidenses le creyó al señor Bush y hasta lo reeligieron. Las encuestas confirmaron que, después de sus discursos contra el terrorismo, su popularidad mejoraba. Y este –el interés electoral- es el meollo de las mentiras que se le dicen a la gente, aquí y allá.
Chomski anota que a gobiernos como el de Bush (y tal vez el de Uribe, uno de los pocos mandatarios que apoyó la sangrienta invasión) no les interesa que la gente se preocupe por el empleo, la salud, la jubilación o el ambiente. Eso es peligroso, podrían percatarse que no hay avances sino retrocesos. Así que a la gente hay que mantenerla distraída con otra cosa. Las telenovelas, las tetas y los realities ayudan, pero no son suficientes. “Sólo hay una técnica básica para que la gente no le preste atención a lo que está haciendo un régimen represivo, de derecha. Y eso es atemorizarla” dice Chomski. Antes con el coco del comunismo, hoy con el del terrorismo.
El problema es que, cuando el propósito no es acabar con el terrorismo sino ganar elecciones y reelecciones, los resultados no pueden ser buenos. Con el agravante –en Colombia y Estados Unidos- de que no se sabe muy bien quienes están detrás de los actos demenciales, pues lo cierto es que existen grupos económicos “legales” e “ilegales” interesados en perpetuar las guerras y las guerritas.
El escritor y cineasta estadounidense Michael Moore recuerda en su libro ¿Qué han hecho con mi país? (escrito tres años antes de que los senadores gringos descubrieran el agua tibia) que George Bush repitió muchas veces que “Saddam ha tenido vínculos con Al-Quada”. También cuenta Moore como empezó a desbaratarse una de las mentiras que justificó la invasión de Iraq. En febrero de 2003, un informe de la inteligencia británica concluyó que no existían contactos entre Saddam y Osama y que “los objetivos de Bin Laden son incompatibles ideológicamente con el Iraq de hoy”.
Además, señala Moore, el sitio donde presuntamente estaban las armas y explosivos de Osama en Iraq, no estaba bajo el dominio de Saddam sino de…el ejercito de Estados Unidos. A pesar de estas evidencias, la mayoría de los estadounidenses le creyó al señor Bush y hasta lo reeligieron. Las encuestas confirmaron que, después de sus discursos contra el terrorismo, su popularidad mejoraba. Y este –el interés electoral- es el meollo de las mentiras que se le dicen a la gente, aquí y allá.
Chomski anota que a gobiernos como el de Bush (y tal vez el de Uribe, uno de los pocos mandatarios que apoyó la sangrienta invasión) no les interesa que la gente se preocupe por el empleo, la salud, la jubilación o el ambiente. Eso es peligroso, podrían percatarse que no hay avances sino retrocesos. Así que a la gente hay que mantenerla distraída con otra cosa. Las telenovelas, las tetas y los realities ayudan, pero no son suficientes. “Sólo hay una técnica básica para que la gente no le preste atención a lo que está haciendo un régimen represivo, de derecha. Y eso es atemorizarla” dice Chomski. Antes con el coco del comunismo, hoy con el del terrorismo.
El problema es que, cuando el propósito no es acabar con el terrorismo sino ganar elecciones y reelecciones, los resultados no pueden ser buenos. Con el agravante –en Colombia y Estados Unidos- de que no se sabe muy bien quienes están detrás de los actos demenciales, pues lo cierto es que existen grupos económicos “legales” e “ilegales” interesados en perpetuar las guerras y las guerritas.
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