Publicado en Vanguardia Liberal en abril 12 de 2006
Las encuestas reflejan la creciente aceptación que ha recibido la candidatura presidencial del exmagistrado Carlos Gaviria. El candidato del Polo Democrático Alternativo (PDA), y de otros sectores democráticos, empezó a ganar terreno desde el año pasado; por eso no fue sorpresiva su victoria sobre un reconocido candidato como Antonio Navarro. En el foro organizado por Caracol y CNN, Gaviria obtuvo un 56% de votos favorables, Mockus sólo el 25%. Dramático el porcentaje para Serpa: 13%. El resultado del doctor Leyva sugiere que debe replantear su campaña.
El hecho es que Gaviria se mostró tranquilo, pero también firme y coherente en sus propuestas. Supongo que los televidentes también consideraron los antecedentes de los personajes. Por ejemplo, resulta difícil creerle al doctor Serpa -así uno coincida con algunos de sus planteamientos- después de su triple salto mortal de la oposición a la OEA y viceversa.
Lo cierto es que los candidatos dejaron claro que hay diferencias entre sus propuestas. Por ejemplo, sobre el TLC, el profesor Mockus no le encontró mayores reparos a la adhesión de Uribe, mientras que Gaviria dejó ver sus inquietudes frente al cuestionado tratado y propuso someterlo a una consulta popular. Ha señalado que no se opone a los tratados comerciales, siempre y cuando estos no resulten contrarios a los intereses de los colombianos. Porque el TLC negociado por Uribe se inscribe en el vergonzoso arrodillamiento que mantiene este gobierno frente a Mister Bush, mientras anda cazando peleas con nuestros vecinos de América Latina.
Sobre la extradición, Gaviria también fue claro pues no extraditaría los colombianos que hayan cometido sus delitos en el país y ratifico su compromiso con una solución negociada del conflicto. Pero la mayor diferencia entre Gaviria y Uribe se encuentra en el plano ético. Es que son incontables los mega-escándalos que salpican a congresistas, militantes uribistas y funcionarios del gobierno. Uribe no acabó la corrupción, más bien esta hizo metástasis.
Basta con leer los informes periodísticos que involucran al DAS, la Superintendencia de Vigilancia, Finagro, el Incoder y al mismo presidente. Sin olvidar a la Gata, las denuncias del difunto Pedro Juan Moreno y la rifa de puestos en embajadas. El gobierno dice que son infamias de la oposición, pero el hecho es que las denuncias se originaron en peleas entre uribistas. No necesitamos un presidente complaciente con las FARC, como Pastrana, pero tampoco uno que permita la penetración del narco-paramilitarismo en las instituciones, como Uribe.
En este contexto, Carlos Gaviria podría llegar a inquietar a los beneficiarios del proceso. Pues nada está definido, recordemos que fue la abstención la que ganó las últimas elecciones. En todo caso, esperemos que no maten a Gaviria si sigue subiendo en las encuestas, como ocurrió con Gaitan, Galán, Pardo, Gómez, Pizarro o Jaramillo. Lo que está en juego no es de poca monta, se trata de la consolidación o no del “estado mafioso”, como lo llamó Maria Jimena Duzan. También del uso del territorio nacional como punta de lanza de los intereses de la extrema derecha de Estados Unidos, en América Latina.
Las encuestas reflejan la creciente aceptación que ha recibido la candidatura presidencial del exmagistrado Carlos Gaviria. El candidato del Polo Democrático Alternativo (PDA), y de otros sectores democráticos, empezó a ganar terreno desde el año pasado; por eso no fue sorpresiva su victoria sobre un reconocido candidato como Antonio Navarro. En el foro organizado por Caracol y CNN, Gaviria obtuvo un 56% de votos favorables, Mockus sólo el 25%. Dramático el porcentaje para Serpa: 13%. El resultado del doctor Leyva sugiere que debe replantear su campaña.
El hecho es que Gaviria se mostró tranquilo, pero también firme y coherente en sus propuestas. Supongo que los televidentes también consideraron los antecedentes de los personajes. Por ejemplo, resulta difícil creerle al doctor Serpa -así uno coincida con algunos de sus planteamientos- después de su triple salto mortal de la oposición a la OEA y viceversa.
Lo cierto es que los candidatos dejaron claro que hay diferencias entre sus propuestas. Por ejemplo, sobre el TLC, el profesor Mockus no le encontró mayores reparos a la adhesión de Uribe, mientras que Gaviria dejó ver sus inquietudes frente al cuestionado tratado y propuso someterlo a una consulta popular. Ha señalado que no se opone a los tratados comerciales, siempre y cuando estos no resulten contrarios a los intereses de los colombianos. Porque el TLC negociado por Uribe se inscribe en el vergonzoso arrodillamiento que mantiene este gobierno frente a Mister Bush, mientras anda cazando peleas con nuestros vecinos de América Latina.
Sobre la extradición, Gaviria también fue claro pues no extraditaría los colombianos que hayan cometido sus delitos en el país y ratifico su compromiso con una solución negociada del conflicto. Pero la mayor diferencia entre Gaviria y Uribe se encuentra en el plano ético. Es que son incontables los mega-escándalos que salpican a congresistas, militantes uribistas y funcionarios del gobierno. Uribe no acabó la corrupción, más bien esta hizo metástasis.
Basta con leer los informes periodísticos que involucran al DAS, la Superintendencia de Vigilancia, Finagro, el Incoder y al mismo presidente. Sin olvidar a la Gata, las denuncias del difunto Pedro Juan Moreno y la rifa de puestos en embajadas. El gobierno dice que son infamias de la oposición, pero el hecho es que las denuncias se originaron en peleas entre uribistas. No necesitamos un presidente complaciente con las FARC, como Pastrana, pero tampoco uno que permita la penetración del narco-paramilitarismo en las instituciones, como Uribe.
En este contexto, Carlos Gaviria podría llegar a inquietar a los beneficiarios del proceso. Pues nada está definido, recordemos que fue la abstención la que ganó las últimas elecciones. En todo caso, esperemos que no maten a Gaviria si sigue subiendo en las encuestas, como ocurrió con Gaitan, Galán, Pardo, Gómez, Pizarro o Jaramillo. Lo que está en juego no es de poca monta, se trata de la consolidación o no del “estado mafioso”, como lo llamó Maria Jimena Duzan. También del uso del territorio nacional como punta de lanza de los intereses de la extrema derecha de Estados Unidos, en América Latina.
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