Diferentes personas me han llamado -o visitado- para expresarme su inquietud por la construcción de un gran proyecto agroindustrial en el municipio de Curití, en las inmediaciones de la zona de balnearios. Resulta fácil entender la inquietud de la ciudadanía, pues lo cierto es que estos parajes son de una notable belleza. Por lo que son muy visitados por niños, jóvenes y adultos que buscan algo de esparcimiento y reposo, sobre todo los fines de semana.
También esta preocupada la gente de San Gil pues variaciones en la calidad del agua de la quebrada Curití podrían afectar (aún más) los balnearios de este municipio y las bocatomas del acueducto. Esta quebrada ya tiene problemas de calidad en su parte baja pues la planta de tratamiento de las aguas residuales de Curití no funciona del todo bien, además de que existen descargas que no pasan por la planta, por lo que nuevos vertimientos solo agravarían la situación actual.
En un anuncio sobre la inspección ocular (presuntamente se realizo la semana antepasada) que publicó la CAS, leo que el proyecto se llevará a cabo en predios de la Incubadora de Santander. Se anota en el aviso que esta empresa solicitó inicialmente concesión de aguas (por 152 litros por segundo) de las corrientes Cajonera, Peña Negra, Regadilla, Alejandría, El Moral y El Poleo. También se señala que “posteriormente” la empresa solicitó concesión para el uso de “corrientes innominadas” que nacen o circulan por las fincas y que el líquido se destinara al consumo de 210 personas, 3.672.000 aves y 1630 reses. El caudal estimado en esta ultima solicitud es de 16.6 litros por segundo. Más o menos el equivalente de una piscina para adultos por día.
Así mismo, en la Vanguardia del sábado pasado, el presidente de Incubadora Santander manifiesta que su empresa ha desistido de construir -en el área del proyecto- una explotación porcicola. Esto implica una reducción importante en el consumo de agua y en los efectos esperados.
Sin embargo, es de suponer que un proyecto de esta magnitud generará efectos sobre su zona de influencia. Modificación del paisaje, generación de residuos y olores, aumento del tráfico vehicular y restricciones de la circulación ciudadana son efectos que podrían esperarse durante la construcción y operación. Es por lo mismo que –en otros países- el ordenamiento del territorio establece zonas destinadas específicamente para industrias o agroindustrias y otras zonas para actividades recreativas o turisticas. Se acepta que estas actividades no son compatibles y se planifica el uso del territorio con el propósito de evitar conflictos, como el que nos ocupa.
Lo cierto es que las tecnologías de tratamiento y manejo de residuos y olores que se aplican en nuestro país, no reducen a cero pollito los efectos y molestias sobre los alrededores. En el caso de Curiti habría que analizar los criterios que se tuvieron en cuenta –al ordenar el uso del territorio- para permitir la construcción de proyectos agroindustriales, en una zona con vocación turística y recreativa. Cuyas aguas, además, abastecen acueductos. Estos y otros aspectos podrían ventilarse en una Audiencia Publica, como lo señala la Ley 99. La discusión no es nueva y ha sido analizada, desde el punto de vista económico (Economía del Bienestar), por diferentes autores.
1 comentario:
El día domingo 9 de octubre en el municipio de Curií se llevará a cabo un Foro sobre este tema.
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