Vanguardia Liberal, septiembre 7 de 2005
Los estudios sobre los cambios climáticos globales empezaron a ser publicados hace varias décadas. A pesar del tiempo trascurrido, la mayoría de las personas los desconoce o tiene ideas confusas sobre estos problemas. Los medios contribuyen a la confusión existente en torno a un tema que es complejo. Por ejemplo, el editorial de EL TIEMPO del jueves pasado, advierte: “Varios científicos afirman que la voracidad de los huracanes, tsunamis, incendios, tornados, sequías y diluvios ha sido alimentada por la contaminación atmosférica que produce el ilimitado consumo de combustibles fósiles”. El editorial mezcla peras con manzanas.
Los tsunamis –como el que arrasó Indonesia- son ocasionados por terremotos marinos, por lo que no es fácil relacionarlos con la contaminación del aire. La inundación de Nueva Orleáns tiene más que ver con la ruptura de los diques que protegían una ciudad construida bajo el nivel del mar, fenómeno agravado por el aumento del nivel marino, ocasionado por el calentamiento global. Por supuesto que si mister Bush (el compinche de mister Uribe) hubiese invertido una mínima parte de lo que cuesta la sangrienta invasión a Iraq, en medidas preventivas, otra seria la situación de hoy.
Ahora, no todos los gases relacionados con el calentamiento son producidos por la quema “de combustibles fósiles”. Algunos (metano y otros) son producidos por la agricultura, la ganadería o los botaderos de basuras. La deforestación –alta en países como Colombia- también aporta lo suyo e incide sobre “las sequías”. No se trata de minimizar la incidencia de las transnacionales de los combustibles fósiles, al oponerse a la ratificación del convenio de Kyoto (tema tratado varias veces en este espacio), pero sí de reiterar que la cosa es un poco más compleja que limitar el uso de los combustibles fósiles. Incluso en algunos casos sería recomendable aumentar su consumo (gas) para reducir la deforestación que ocasiona el uso de leña como combustible.
Los cambios deben ir más allá del uso racional de los combustibles fósiles (que nadie discute); deben pasar por la rectificación del antimodelo neoliberal que se ha impuesto en casi todo el mundo. Pues este antimodelo -impulsado por mandatarios como Bush o Uribe- se propone desmontar los pocos avances logrados en las últimas décadas, en la gestión ambiental. La relación ecología y política es aceptada desde los años 70.
El editorial de EL TIEMPO también contiene un gazapo memorable: “el adelgazamiento de la capa de ozono genera el calentamiento global”. En realidad, el problema de la capa de ozono (aumento de las radiaciones ultravioleta) es diferente al que experimenta el efecto invernadero (calentamiento). El ozono esta amenazado por las sustancias agotadoras de ozono (usadas en sistemas de refrigeración, entre otros), reguladas por el protocolo de Montreal y similares. Los gases de invernadero son regulados por el convenio de Kyoto. El problema de la capa de ozono –aunque diferente- no es menos grave. Las mediciones divulgadas hace unos días, indican que el agujero experimentó un tremendo aumento durante el pasado mes de agosto y amenaza con alcanzar un área que no tiene precedentes. (http://www.wmo.int/index-sp.html)
Los estudios sobre los cambios climáticos globales empezaron a ser publicados hace varias décadas. A pesar del tiempo trascurrido, la mayoría de las personas los desconoce o tiene ideas confusas sobre estos problemas. Los medios contribuyen a la confusión existente en torno a un tema que es complejo. Por ejemplo, el editorial de EL TIEMPO del jueves pasado, advierte: “Varios científicos afirman que la voracidad de los huracanes, tsunamis, incendios, tornados, sequías y diluvios ha sido alimentada por la contaminación atmosférica que produce el ilimitado consumo de combustibles fósiles”. El editorial mezcla peras con manzanas.
Los tsunamis –como el que arrasó Indonesia- son ocasionados por terremotos marinos, por lo que no es fácil relacionarlos con la contaminación del aire. La inundación de Nueva Orleáns tiene más que ver con la ruptura de los diques que protegían una ciudad construida bajo el nivel del mar, fenómeno agravado por el aumento del nivel marino, ocasionado por el calentamiento global. Por supuesto que si mister Bush (el compinche de mister Uribe) hubiese invertido una mínima parte de lo que cuesta la sangrienta invasión a Iraq, en medidas preventivas, otra seria la situación de hoy.
Ahora, no todos los gases relacionados con el calentamiento son producidos por la quema “de combustibles fósiles”. Algunos (metano y otros) son producidos por la agricultura, la ganadería o los botaderos de basuras. La deforestación –alta en países como Colombia- también aporta lo suyo e incide sobre “las sequías”. No se trata de minimizar la incidencia de las transnacionales de los combustibles fósiles, al oponerse a la ratificación del convenio de Kyoto (tema tratado varias veces en este espacio), pero sí de reiterar que la cosa es un poco más compleja que limitar el uso de los combustibles fósiles. Incluso en algunos casos sería recomendable aumentar su consumo (gas) para reducir la deforestación que ocasiona el uso de leña como combustible.
Los cambios deben ir más allá del uso racional de los combustibles fósiles (que nadie discute); deben pasar por la rectificación del antimodelo neoliberal que se ha impuesto en casi todo el mundo. Pues este antimodelo -impulsado por mandatarios como Bush o Uribe- se propone desmontar los pocos avances logrados en las últimas décadas, en la gestión ambiental. La relación ecología y política es aceptada desde los años 70.
El editorial de EL TIEMPO también contiene un gazapo memorable: “el adelgazamiento de la capa de ozono genera el calentamiento global”. En realidad, el problema de la capa de ozono (aumento de las radiaciones ultravioleta) es diferente al que experimenta el efecto invernadero (calentamiento). El ozono esta amenazado por las sustancias agotadoras de ozono (usadas en sistemas de refrigeración, entre otros), reguladas por el protocolo de Montreal y similares. Los gases de invernadero son regulados por el convenio de Kyoto. El problema de la capa de ozono –aunque diferente- no es menos grave. Las mediciones divulgadas hace unos días, indican que el agujero experimentó un tremendo aumento durante el pasado mes de agosto y amenaza con alcanzar un área que no tiene precedentes. (http://www.wmo.int/index-sp.html)
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