Publicado en Vanguardia Liberal en marzo 30 de 2011
En mayo 1996 escribí una columna sobre los balances realizados por los expertos, 10 años después del accidente ocurrido en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania), uno de los desastres ambientales de mayor gravedad en el mundo. Los primeros en caer en Chernóbil (y según la prensa también en la accidentada central nuclear de Japón) fueron los operadores de la planta y los bomberos que llegaron a apagar el incendio, sin saber realmente a qué se enfrentaban. La explosión inicial mató a tres, más tarde y en medio de atroces sufrimientos murieron otros 28. Los pilotos de los helicópteros, acribillados por las radiaciones, murieron semanas o meses más tarde.
En 1991 se presentó la película Chernobyl: alerta final, basada en los escritos del doctor Robert Gale quien trató a algunos de los trabajadores afectados por las radiaciones y relata la dramática historia de estos y sus familiares. Las cifras sobre el total de muertos o enfermos a causa del accidente (por cáncer, en el largo plazo) difieren, pero siempre superan las miles de personas.
En una central nuclear accidentada no ocurre una explosión nuclear similar a la de una bomba atómica, como la de Hiroshima. En el reactor ocurren explosiones químicas que deterioran las instalaciones, permitiendo así la fuga de sustancias radioactivas al aire. Y todas estas sustancias que están en el aire, tarde o temprano, se precipitan al suelo o son arrastradas por las lluvias, contaminando así el agua y los alimentos. Estas precipitaciones pueden ocurrir a miles de kilómetros del escape, como se comprobó en Chernóbil.
En Japón también se ha reportado un escape de agua contaminada que afecta las playas y los peces. En el mar los contaminantes son arrastrados por las corrientes; de ahí que su difusión es difícil de controlar. En todo caso, en este proceso los contaminantes se diluyen, por lo que en países alejados (como Colombia) los riesgos asociados a la central japonesa son bajos. Pero, los países cercanos, si tienen motivos para preocuparse.
En mi nota de 1996 concluía que después de Chernóbil los expertos aseguraron que esto jamás se repetiría. Lo mismo dijeron después de Three Mile Island (USA, 1979) y el resultado fue Chernóbil. Escribía que después de Chernóbil otro accidente de estos podría enterrar definitivamente la industria nuclear. Es tal vez lo mejor que podría ocurrir.
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