lunes, diciembre 13, 2010

Desastre invernal: fruto de decadas de imprevisión

Publicado en Vanguardia Liberal en diciembre 8 de 2010

En enero 20 de este año me refería a las sorprendentes declaraciones del ministro de ambiente de la época, quien dijo: “El comportamiento del clima es el esperado. Esperamos que en abril se regrese a condiciones climáticas normales”. En mi columna le recordaba al Ministro uribista publicaciones científicas (Nature 2009) que confirmaban que el comportamiento del clima precisamente no era el esperado. De ahí que una entrevista que me hicieron en Gente de Cabecera en Octubre 2009 se título: “Lo más grave está por llegar”.

http://www.gentedecabecera.com/2009/10/23/lo-mas-grave-esta-por-llegar/

No es que el suscrito sea un profeta de desastres; sino que los informes especializados advierten –hace décadas- que estamos frente a un cambio climático con pocos antecedentes en la historia humana conocida.

Ahora, las sociedades que escuchan a los estudiosos y se preparan desde hace rato, tienen y tendrán menos problemas que aquellas que no lo hacen, como la nuestra. Es que si el cambio climático llega a una cuenca ordenada, su efecto es mucho menos grave que si se precipita sobre cuencas hidrográficas devastadas, como las nuestras. Se estima que cada año desaparece en Colombia un área de bosques equivalente al departamento del Atlántico. Sobre todo cuando se deforesta una pendiente pronunciada al borde de la vía para sembrar yuca y plátanos; receta segura para un derrumbe masivo en periodo lluvioso.

Los sedimentos de la erosión -por su parte- terminan en los ríos y ciénagas que pierden su capacidad de canalizar las aguas. Ya en 1993 se reportaba (Inderena) que los sedimentos habían reducido “la profundidad media (del rio Lebrija) en la zona muestreada a 60 centímetros” (en sitios donde antes existían metros de profundidad). “Lo que puede amenazar la seguridad de los ribereños” por inundaciones.

El proceso se agravó por el desecamiento de ciénagas y humedales por parte de palmicultores, ganaderos y terratenientes “para agrandar los terrenos de sus fincas” (Sena, 1988). El desastre no empezó ayer ni se va a arreglar con teletones. Para completar: tenemos millones de personas (de todos los estratos) viviendo en terrenos inestables o en las márgenes de los ríos, donde son presa fácil de las inundaciones o los derrumbes.

Se trata de problemas estructurales y complejos que sólo serán superados en la medida que tomemos en serio el tema y hagamos las reformas agraria y urbana que debimos hacer hace 50 años.

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