Las encuestas concluyen que los colombianos somos uno de los pueblos más felices del mundo. Sorprendente, ya que los indicadores sugieren que tenemos monumentales y crecientes problemas económicos, sociales, sanitarios y de corrupción, entre otros. Hay que preguntarse ¿De qué nos reímos? Un malvado amigo decía que este es el país de los bobos felices. No creo, la situación se deriva más bien de la desinformación ciudadana, la mayoría no se percata de los problemas o les parecen normales, por que no conocen otras realidades. Grave, pues si los problemas no se aceptan ni se entienden, jamás se resolverán.
Efectivamente el país actúa como si no tuviera problemas, pues vivimos de juerga en juerga. Del reinado de Cartagena pasamos a las fiestas de fin de año, siguen las cuestionadas taurinas en enero y después el carnaval de Barranquilla. Y así el resto del año.
La rumba se alarga y los problemas también. Un buen ejemplo de esta montaña de problemas es el desastre vial, al que hicieron referencia varios analistas, a raíz del trágico accidente en la vía Medellín-Quibdo, ocasionado –como muchos otros- por el pésimo estado de la trocha. Este no es un caso aislado.
Sin embargo, llama la atención que encuestas realizadas después del accidente revelaron que la mayoría estaba satisfecha con el estado de las vías. A pesar de que la malla vial no tiende a mejorar, sino a degradarse, la gente ni se percata del desastre o le parece normal.
¿Cómo es posible que para recorrer 100 kilómetros -en ocasiones- el viajero gaste 6 u 8 horas? De ahí que los campesinos invierten más en transporte para sacar sus cosechas que en insumos agrícolas. Sobre todo con el precio de la gasolina por las nubes. ¿Cómo pretendemos ser competitivos en estas condiciones? ¿De que estamos hablando?
Frente a semejante problema, cualquiera supondría que fue nombrado el mejor para que lo solucione. Pero no, resulta que el actual director de INVIAS fue destituido por la Procuraduría dos veces, por diferentes irregularidades. Según Semana, su mayor mérito es pertenecer “a las entrañas del Uribismo”. Esto explicaría su nombramiento y el apoyo del presidente y su culebrero ministro.
Antes llamábamos clientelismo a estos tejemanejes, ahora decimos que es meritocracia, la agradecemos y hasta la reelegimos. ¿Será que tiene la razón mi malvado amigo?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario