Columna publicada en Vanguardia Liberal en Junio 18 de 2008
Se supone que el objetivo del Plan Colombia era el de reducir el narcotráfico y cortarle de paso uno de los combustibles de las múltiples violencias que padece el país. Sin embargo, las cifras oficiales gritan que toda esta parafernalia de operaciones militares, muertos, fumigaciones, destrucción ambiental y millonaria inversión, no sólo no ha reducido un ápice el problema sino que lo ha agravado.
Se supone que el objetivo del Plan Colombia era el de reducir el narcotráfico y cortarle de paso uno de los combustibles de las múltiples violencias que padece el país. Sin embargo, las cifras oficiales gritan que toda esta parafernalia de operaciones militares, muertos, fumigaciones, destrucción ambiental y millonaria inversión, no sólo no ha reducido un ápice el problema sino que lo ha agravado.
No son infamias de la oposición. Leo –por ejemplo- en el periódico uribista El Tiempo del viernes: “En el 2007, el año en el que Colombia más coca fumigó y erradicó manualmente, los cultivos ilegales se dispararon en un 25 por ciento. La última medición del Sistema Nacional de Monitoreo (Simci) encontró 98.000 hectáreas de coca en el 2007, 20 mil más que las registradas en el 2006 (78.000)”. Según el Departamento de Estado de Estados Unidos en 1996 Colombia “sólo” producía 300 toneladas de cocaína; pues bien esta cifra se duplicó, pues pasó a 600 en estos últimos años.
Un informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de marzo de este año advierte: “Colombia sigue como primer exportador de coca hacia Europa y los Estados Unidos” y agrega “Los esfuerzos de erradicación se vieron contrarrestados por el mejoramiento de los métodos de cultivo, la siembra de nuevas variedades y la mayor eficiencia de los laboratorios que procesan la hoja”. Es decir, que esta gente se tecnificó y ya se sabe lo que esto significa para un productor: mejora sus ganancias. Así que el narcotráfico está en el mejor de los mundos.
El problema es que si éste es uno de los combustible de las violencias que incendian a Colombia (“El país más violento de América”) no está muy claro cuando vamos a salir del agujero negro en el que estamos (Colombia es tambien subcampeon mundial en desplazamiento interno).
Por eso tiene razón el periodista Antonio Caballero en Semana cuando afirma que la muerte del anciano guerrillero Tirofijo es un hecho intrascendente para la solución del conflicto colombiano, mientras no cambien las condiciones objetivas que lo generaron: un modelo de desarrollo que no reduce las desigualdades y la pobreza extrema sino que las aumenta. Tirofijo ni los narcos criollos ni los mercenarios paracos hoy extraditados (Y menos Ecuador o Venezuela) crearon una situación histórica aberrante que los colombianos nos negamos a aceptar y menos a resolver a fondo.
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