Publicado en Vanguardia Liberal en marzo 14 de 2007
A mis amigos uribistas –que aún apoyan la firma del TLC- les recomiendo la lectura de la columna escrita por la congresista estadounidense Linda Sánchez, publicada el domingo en El Tiempo. La nota, titulada “TLC con Estados Unidos no sirve a Colombia”, ratifica lo que ha denunciado la oposición, académicos, empresarios independientes, agricultores y la Iglesia. Sánchez sugiere aprender de la experiencia sufrida por países que firmaron el tratado y anota: “El Nafta (el TLC del Norte) ha contribuido a deteriorar los salarios y a erosionar la seguridad en el empleo. Los beneficios se han concentrado en pocas manos y los impactos negativos han sido para las mayorías”. Millones han perdido sus empleos y sus empresas, recalca la congresista. Espero que el gobierno no la califique de terrorista de civil, que es el calificativo que le aplica a aquellos que disienten de sus iniciativas.
A pesar de estas y otras advertencias, el presidente Uribe y sus acólitos de civil, persisten en llevar a cabo esta entrega total de la producción nacional y los recursos naturales. Claro que la sumisión de este gobierno frente a mister Bush y multinacionales asociadas es tal que –incluso sin TLC- se ha logrado agudizar el desbarajuste neoliberal, que no empezó Uribe, pero si es responsable de llevarlo a extremos insostenibles. El hecho es que el país produce cada vez menos y esta entregando sus recursos y negocios a cambio de nada. La última noticia fue la aprobación a Monsanto y Dupont de la “puesta en marcha de estudios de bioseguridad y de siembra” de cultivos transgenicos.
Esta aprobación llega precisamente ahora, cuando se debaten a escala mundial los posibles riesgos sanitarios de estos productos, a raíz de la difusión de un documental europeo que denuncia los efectos sobre animales de laboratorio. Ahora, la expansión de estos cultivos implica un mayor uso de glifosato (sobre el que existen nuevos estudios que ratifican la toxicidad del producto), pues una de las características de estas plantas es que soportan el cuestionado herbicida. La cosa es mas grave, pues las multinacionales no permiten el uso de las semillas producidas en cada cosecha, lo que crea una dependencia del agricultor, que puede incluso ser demandado si se comprueba que uso los transgenicos, voluntaria o involuntariamente. Por supuesto que las multinacionales venden las semillitas mágicas y también el glifosato.
A mis amigos uribistas –que aún apoyan la firma del TLC- les recomiendo la lectura de la columna escrita por la congresista estadounidense Linda Sánchez, publicada el domingo en El Tiempo. La nota, titulada “TLC con Estados Unidos no sirve a Colombia”, ratifica lo que ha denunciado la oposición, académicos, empresarios independientes, agricultores y la Iglesia. Sánchez sugiere aprender de la experiencia sufrida por países que firmaron el tratado y anota: “El Nafta (el TLC del Norte) ha contribuido a deteriorar los salarios y a erosionar la seguridad en el empleo. Los beneficios se han concentrado en pocas manos y los impactos negativos han sido para las mayorías”. Millones han perdido sus empleos y sus empresas, recalca la congresista. Espero que el gobierno no la califique de terrorista de civil, que es el calificativo que le aplica a aquellos que disienten de sus iniciativas.
A pesar de estas y otras advertencias, el presidente Uribe y sus acólitos de civil, persisten en llevar a cabo esta entrega total de la producción nacional y los recursos naturales. Claro que la sumisión de este gobierno frente a mister Bush y multinacionales asociadas es tal que –incluso sin TLC- se ha logrado agudizar el desbarajuste neoliberal, que no empezó Uribe, pero si es responsable de llevarlo a extremos insostenibles. El hecho es que el país produce cada vez menos y esta entregando sus recursos y negocios a cambio de nada. La última noticia fue la aprobación a Monsanto y Dupont de la “puesta en marcha de estudios de bioseguridad y de siembra” de cultivos transgenicos.
Esta aprobación llega precisamente ahora, cuando se debaten a escala mundial los posibles riesgos sanitarios de estos productos, a raíz de la difusión de un documental europeo que denuncia los efectos sobre animales de laboratorio. Ahora, la expansión de estos cultivos implica un mayor uso de glifosato (sobre el que existen nuevos estudios que ratifican la toxicidad del producto), pues una de las características de estas plantas es que soportan el cuestionado herbicida. La cosa es mas grave, pues las multinacionales no permiten el uso de las semillas producidas en cada cosecha, lo que crea una dependencia del agricultor, que puede incluso ser demandado si se comprueba que uso los transgenicos, voluntaria o involuntariamente. Por supuesto que las multinacionales venden las semillitas mágicas y también el glifosato.
1 comentario:
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