Columna publicada en Vanguardia Liberal en julio 19 de 2006
La mujer que sabía demasiado es la última obra de Silvia Galvis, la notable periodista y escritora santandereana. Esta es una de esas novelas que el lector no desea terminar, para prolongar el placer de la buena lectura; pero –al mismo tiempo- no puede desprenderse de la trama, así que uno acaba leyéndola en un par de sentadas. La historia –completamente ficticia- es la siguiente: el presidente de una presunta democracia llega al poder con el apoyo económico de narcotraficantes, que temen ser extraditados. Más tarde el pastel se destapa, el tesorero de la campaña y el ministro de defensa confiesan, y ambos terminan en la guandoca, con un grupo de parlamentarios.
Sin embargo, el principal beneficiario de los aportes resulta exonerado por sus jueces; claro que los jueces no eran jueces sino congresistas que también recibieron platica de los narcos o puestos y contratos del presidente. Este, también fue apoyado por una rubia teñida (asociada a narcotraficantes) que se tomaba fotos con el mandatario y era invitada a actos oficiales. Pero la monita decide contarle todo a la fiscalía y termina acribillada por sicarios. El monicidio es investigado por el fiscal Bruno Nolano, quien establece una relación entre: círculo presidencial, narcoempresarios y sicarios.
No voy a revelar la apasionante trama ni el final pues me arriesgo a que Silvia me mande al Escorpión, uno de sus personajes. Pero sí vale la pena recordar que –como señala la autora- la realidad puede resultar más increíble que la ficción. Fíjense lo que pasó con el expresidente Samper, nombrado en la embajada de Francia por su antiguo socio en el autodenominado Poder Popular: el presidente Uribe. Considerando la cercanía entre ambos y sus antecedentes no fue ninguna sorpresa su nombramiento, lo raro es que no lo haya nombrado antes.
Se ha dicho que su gestión favorecería el intercambio humanitario impulsado por Francia. Lo que resulta dudoso pues Ingrid Betancourt, la supuesta beneficiaria, deja mal parado a Samper en un libro muy leído en Francia: La rabia en el corazón. En éste se recuerda que la campaña liberal recibió dinero del narcotráfico. Que Samper tenía una estrecha relación con Elizabeth Montoya, la monita retrechera, quien lo trataba de Ernestico, todos vimos la famosa foto. Que la monita fue asesinada después de contactar al fiscal, así como el chofer de Serpa, antes de declarar. Se sabe, además, que varios congresistas acabaron en el pote.
No le faltaron, entonces, motivos para renunciar a mister Pastrana, otro viejo socio del presidente Uribe. Lástima que Andresito no se escandalice por otros cuestionados episodios, como los relacionados –por ejemplo- con el apoyo de la Gata o Santofimio a la campaña de Uribe o los tejemanejes que se urdieron en torno a los bancos Andino y Pacifico; que involucran a personajes muy cercanos al Pastrano-uribismo, como Carolina Barco, Luís Alberto Moreno y Fernando Londoño, entre otros. Al respecto, recomiendo el libro Los Farsantes, del reconocido investigador Alberto Donadío.
La mujer que sabía demasiado es la última obra de Silvia Galvis, la notable periodista y escritora santandereana. Esta es una de esas novelas que el lector no desea terminar, para prolongar el placer de la buena lectura; pero –al mismo tiempo- no puede desprenderse de la trama, así que uno acaba leyéndola en un par de sentadas. La historia –completamente ficticia- es la siguiente: el presidente de una presunta democracia llega al poder con el apoyo económico de narcotraficantes, que temen ser extraditados. Más tarde el pastel se destapa, el tesorero de la campaña y el ministro de defensa confiesan, y ambos terminan en la guandoca, con un grupo de parlamentarios.
Sin embargo, el principal beneficiario de los aportes resulta exonerado por sus jueces; claro que los jueces no eran jueces sino congresistas que también recibieron platica de los narcos o puestos y contratos del presidente. Este, también fue apoyado por una rubia teñida (asociada a narcotraficantes) que se tomaba fotos con el mandatario y era invitada a actos oficiales. Pero la monita decide contarle todo a la fiscalía y termina acribillada por sicarios. El monicidio es investigado por el fiscal Bruno Nolano, quien establece una relación entre: círculo presidencial, narcoempresarios y sicarios.
No voy a revelar la apasionante trama ni el final pues me arriesgo a que Silvia me mande al Escorpión, uno de sus personajes. Pero sí vale la pena recordar que –como señala la autora- la realidad puede resultar más increíble que la ficción. Fíjense lo que pasó con el expresidente Samper, nombrado en la embajada de Francia por su antiguo socio en el autodenominado Poder Popular: el presidente Uribe. Considerando la cercanía entre ambos y sus antecedentes no fue ninguna sorpresa su nombramiento, lo raro es que no lo haya nombrado antes.
Se ha dicho que su gestión favorecería el intercambio humanitario impulsado por Francia. Lo que resulta dudoso pues Ingrid Betancourt, la supuesta beneficiaria, deja mal parado a Samper en un libro muy leído en Francia: La rabia en el corazón. En éste se recuerda que la campaña liberal recibió dinero del narcotráfico. Que Samper tenía una estrecha relación con Elizabeth Montoya, la monita retrechera, quien lo trataba de Ernestico, todos vimos la famosa foto. Que la monita fue asesinada después de contactar al fiscal, así como el chofer de Serpa, antes de declarar. Se sabe, además, que varios congresistas acabaron en el pote.
No le faltaron, entonces, motivos para renunciar a mister Pastrana, otro viejo socio del presidente Uribe. Lástima que Andresito no se escandalice por otros cuestionados episodios, como los relacionados –por ejemplo- con el apoyo de la Gata o Santofimio a la campaña de Uribe o los tejemanejes que se urdieron en torno a los bancos Andino y Pacifico; que involucran a personajes muy cercanos al Pastrano-uribismo, como Carolina Barco, Luís Alberto Moreno y Fernando Londoño, entre otros. Al respecto, recomiendo el libro Los Farsantes, del reconocido investigador Alberto Donadío.
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