Columna publicada en Vanguardia Liberal en mayo10 de 2006
En su columna del domingo, el senador Hugo Serrano se refiere a la irregular distribución de las ganancias derivadas de la explotación del petróleo colombiano. Explica como el incremento de los precios internacionales del crudo no beneficia al colombiano del común y concluye: “Es ilógico que mientras los colombianos somos cada día más pobres, las multinacionales se estén llenando los bolsillos con nuestro petróleo ¿Es esto justo?” Si existiera la voluntad política, esta situación podría ser cambiada a través de mecanismos legales, como los que propone el senador o los aplicados en otros países, como Bolivia.
Es un tema de mucho interés pues esta iniquidad explica –en parte- por que existe tanta pobreza en un país con muchos recursos naturales, como Colombia. Nuestro país posee petróleo, gas y carbón. Pero también oro, níquel y otros minerales. Así mismo, agua, biodiversidad, todos los climas y miles de kilómetros de costas. No vivimos, entonces, en un país “pobre”, sino en un territorio pobremente administrado; por gobiernos comprometidos, más con los intereses de unas elites locales y las transnacionales de los negocios, que con el pueblo colombiano.
En el caso del carbón, la congresista wayuu Orsinia Polanco del Polo Democrático, propone que se nacionalice, pues en las actuales condiciones este recurso poco beneficia a los colombianos. Polanco señala que en el Cerrejón “Ni siquiera se habla español, sólo ingles. Ninguna mina es colombiana. Eso es aberrante” Por supuesto que para algunos uribistas, como Rudolf Hommes, la nacionalización de los recursos –como la planteada por Evo Morales en Bolivia- es un viaje “al pasado”. ¿Por qué debemos considerar un retroceso el que los recursos naturales beneficien -primero que todo- a los dueños de los mismos?
Ahora, los buenos negocios se encuentran en la valorización de los recursos naturales, a través de procesos científicos y tecnológicos. Y es aquí donde tenemos otro punto débil pues el conocimiento no lo regalan, esta protegido por patentes. De ahí que mientras estos países no tomen en serio los temas investigación-educación poco avanzaremos. En este sentido, recientes informes (Procuraduría y Banco Mundial) sobre los resultados educativos-investigativos en el país en los últimos años son -en extremo- preocupantes.
Es ya tradicional –desde los años del senador McCarthy- que cuando algún líder o partido político del sur plantea un uso más equitativo de los recursos naturales, sea tildado de “comunista”. Así lo ha planteado con claridad el candidato presidente y lo repiten con entusiasmo sus seguidores. A pesar de que nadie ha propuesto empobrecer a los que ya tienen, sino de mejorar la situación de los que nada tienen. Esto finalmente nos beneficiaría a todos, pues menos pobreza implica una mayor demanda interna de bienes, más recaudo de impuestos y sobre todo menos inseguridad.
En su novela El Triunfo, acida critica a la intervención de los gringos en América Latina, el gran economista John Kenneth Galbraith (asesor de varios presidentes de Estados Unidos, fallecido hace poco) señalaba que el comunismo es algo muy diferente al socialismo y que “Sólo los ignorantes confunden las dos cosas”.
En su columna del domingo, el senador Hugo Serrano se refiere a la irregular distribución de las ganancias derivadas de la explotación del petróleo colombiano. Explica como el incremento de los precios internacionales del crudo no beneficia al colombiano del común y concluye: “Es ilógico que mientras los colombianos somos cada día más pobres, las multinacionales se estén llenando los bolsillos con nuestro petróleo ¿Es esto justo?” Si existiera la voluntad política, esta situación podría ser cambiada a través de mecanismos legales, como los que propone el senador o los aplicados en otros países, como Bolivia.
Es un tema de mucho interés pues esta iniquidad explica –en parte- por que existe tanta pobreza en un país con muchos recursos naturales, como Colombia. Nuestro país posee petróleo, gas y carbón. Pero también oro, níquel y otros minerales. Así mismo, agua, biodiversidad, todos los climas y miles de kilómetros de costas. No vivimos, entonces, en un país “pobre”, sino en un territorio pobremente administrado; por gobiernos comprometidos, más con los intereses de unas elites locales y las transnacionales de los negocios, que con el pueblo colombiano.
En el caso del carbón, la congresista wayuu Orsinia Polanco del Polo Democrático, propone que se nacionalice, pues en las actuales condiciones este recurso poco beneficia a los colombianos. Polanco señala que en el Cerrejón “Ni siquiera se habla español, sólo ingles. Ninguna mina es colombiana. Eso es aberrante” Por supuesto que para algunos uribistas, como Rudolf Hommes, la nacionalización de los recursos –como la planteada por Evo Morales en Bolivia- es un viaje “al pasado”. ¿Por qué debemos considerar un retroceso el que los recursos naturales beneficien -primero que todo- a los dueños de los mismos?
Ahora, los buenos negocios se encuentran en la valorización de los recursos naturales, a través de procesos científicos y tecnológicos. Y es aquí donde tenemos otro punto débil pues el conocimiento no lo regalan, esta protegido por patentes. De ahí que mientras estos países no tomen en serio los temas investigación-educación poco avanzaremos. En este sentido, recientes informes (Procuraduría y Banco Mundial) sobre los resultados educativos-investigativos en el país en los últimos años son -en extremo- preocupantes.
Es ya tradicional –desde los años del senador McCarthy- que cuando algún líder o partido político del sur plantea un uso más equitativo de los recursos naturales, sea tildado de “comunista”. Así lo ha planteado con claridad el candidato presidente y lo repiten con entusiasmo sus seguidores. A pesar de que nadie ha propuesto empobrecer a los que ya tienen, sino de mejorar la situación de los que nada tienen. Esto finalmente nos beneficiaría a todos, pues menos pobreza implica una mayor demanda interna de bienes, más recaudo de impuestos y sobre todo menos inseguridad.
En su novela El Triunfo, acida critica a la intervención de los gringos en América Latina, el gran economista John Kenneth Galbraith (asesor de varios presidentes de Estados Unidos, fallecido hace poco) señalaba que el comunismo es algo muy diferente al socialismo y que “Sólo los ignorantes confunden las dos cosas”.
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