EL COMPAS, marzo 2005
(Este artículo fue publicado por EL COMPAS en marzo pasado, después de la inundación de febrero, solo le agregue un nuevo parrafo -al final- a esta version)
Cuando ocurre un desastre, los colombianos tenemos la costumbre de responsabilizar del fenómeno a “la naturaleza”. Sin embargo, cuando indagamos sobre las causas que desencadenan estas tragedias –en casi todos los casos- encontramos que son el resultado de la imprevisión, la ignorancia o la codicia humanas. Revisemos –a manera de ejemplo- algunos de los factores que podrían relacionarse con la inundación en la zona de influencia del rió de Oro ocurrida en febrero del 2005.
1. El clima esta loco, loco, loco. Una de los aspectos que llama la atención sobre la inundación es que ocurrió en un periodo considerado por el IDEAM como muy seco. Sabemos que no es la primera inundación que ocurre en el Área Metropolitana, pero lo extraño es que ocurra en estos meses. Recordemos que el año pasado varias casas fueron destruidas en el área metropolitana, pero en periodo de lluvias. Viviendas afectadas por inundaciones y deslizamientos de tierras que no alcanzaron la magnitud de los más recientes, pero también muy graves. En 1973 ocurrió una inundación similar… pero también en periodo de lluvias. Lo que sorprende del desastre actual es que se registre precisamente en un periodo seco.
Los estudiosos del IDEAM no descartan que estos fenómenos se encuentren relacionados con los cambios climáticos que experimenta el planeta, por cuenta de las actividades humanas. Los científicos han advertido que aumentaran las inundaciones y daños producidos por tempestades “cada vez más violentas y frecuentes, favorecidas por las altas temperaturas y una atmósfera cada vez más húmeda y calida”. Se prevé así mismo un aumento de las sequías, canículas e incendios forestales. E incluso enfriamientos glaciales, como resultado de la alteración de las corrientes marinas, que trasportan las aguas calidas hacia el norte. Este año entro en vigencia el convenio de Kyoto, que intenta controlar los llamados gases de invernadero. Apoyado por casi todos los países industrializados menos por los Estados Unidos, el mayor productor mundial de estos gases. Nuestros países también contribuyen al fenómeno climático, a través de la deforestación.
Estados Unidos no ratifico el Convenio de Kioto, Colombia si. Pero eso no nos garantiza que se va a hacer algo, en un gobierno que literalmente liquido el antiguo Ministerio de Medio Ambiente, al fusionarlo con Vivienda.
2. En Colombia, las leyes: ¿son para violarlas?. A este contexto de cambios climáticos –relacionados con actividades humanas- se le suman factores locales, que contribuyen a agravar los desastres. Un par de días después de la inundación pude constatar –en compañía de un funcionario de la CDMB- que las alcantarillas y drenajes en las inmediaciones de Girón estaban taponados con basuras, que dificultan el flujo de las aguas y agudizan los problemas. Botar basuras a las alcantarillas esta prohibido por la legislación pero es una practica frecuente en todo el país, como lo puede verificar cualquiera que se asome a un drenaje.
El incumplimiento de las normas no es un comportamiento exclusivo de los ciudadanos, pues el mal ejemplo viene de arriba: son los funcionarios públicos los que violan las leyes con mayor frecuencia. En la legislación (Código de los Recursos Naturales y sus decretos reglamentarios) esta claro que las aguas y sus cauces –salvo casos excepcionales- son de dominio público, pertenecen a la Nación. Se establecen así mismo zonas de reserva en las márgenes y se prohíbe la “alteración nociva del flujo natural de las aguas” y los “cambios nocivos del lecho o cauce”. Desde hace casi 30 años, los decretos 877 y 1449 establecieron que es área forestal protectora: ”Una faja no inferior a 30 metros de ancho, paralela a las líneas de mareas máximas, a cada lado de los ríos, quebradas y arroyos, permanentes o no y alrededor de los lagos”. Si estas normas se aplicaran, muchas vidas se salvarían.
Lo cierto es que se han construido y se siguen construyendo –con la venia de las autoridades- edificaciones y vias en sitios no aptos para estos fines, muy cerca de las corrientes y sobre laderas pronunciadas e inestables. No son invasiones sino barrios que cuentan con todos los permisos y licencias requeridos. Ya estos riegos habían sido señalados por diferentes estudios. Muchas otras disposiciones sobre ordenamiento de suelos y corrientes, son olímpicamente ignoradas por los responsables.
3. Las obras civiles impiden que el agua circule. En un recorrido por el rió de Oro es fácil observar la existencia de obras civiles que impiden la circulación adecuada de las aguas (bateas, puentes, represas). Es indispensable realizar estudios sobre la incidencia de las mismas en las inundaciones y tomar las decisiones del caso. Incluida la posibilidad de eliminar o reformar las obras.
4. Los sedimentos colmatan los ríos. Uno de los graves problemas que enfrentan los ríos y ciénagas en Colombia es la sedimentación de sus cauces. La implacable tala de árboles, las malas prácticas agrícolas y la minería –entre otros- son factores que han contribuido al relleno de los cauces, con las incontables toneladas de sólidos que arrastran las turbias corrientes. Al colmatarse los ríos, pierden su capacidad de transportar las aguas, hecho que favorece el desbordamiento de las aguas. Estos sedimentos terminan en represas –como la de Bocas- donde se depositan y ocasionan otro tipo de problemas, durante su acumulación y evacuación.
5. Inundados con aguas negras. Otro problema en Colombia es que la pobre gente se inunda –pero no con aguas limpias- no, sino con aguas podridas. Este es el caso del rió de Oro, una autentica cloaca donde los niveles de contaminación fecal superan todas las normas nacionales e internacionales. Este maltratado rió –como la mayoría de los ríos nacionales- recibe las descargas de los sistemas de alcantarillas y el resultado no puede ser otro. Aguas muy sucias y gente muy enferma.
6. Los damnificados de la pobreza. Un patrón común en la mayoría de estos casos es que los afectados son habitantes de barrios populares. Barrios legales de estratos 1, 2 o 3 o asentamientos ilegales. ¿Es que la “naturaleza” es selectiva y solo golpea a los mas pobres?. ¿O será que vivimos en una sociedad que poco se preocupa por ellos?. En una sociedad donde cada vez hay mas pobres, según las cifras oficiales y de la academia. Donde existe una evidente crisis humanitaria que todo el mundo ve y padece, menos los que primero deberían verla y enfrentarla: los gobernantes. ¿Como se soluciona un problema que no se reconoce?.
Unos días o semanas antes de la última tragedia invernal, algunos destechados pretendieron construir un asentamiento ilegal en las laderas del barrio San Luís, al lado de la vía a Girón. Por supuesto que los aguaceros de febrero arrastraron los modestos cambuches en menos de lo que canta un gallo mojado. Me comentaba uno de ellos, mirando hacia las casas de Diamante y Fontana, que se veían al fondo: “Cuando uno vive en una de esas casas, ni siquiera se da cuenta cuando llueve. Pero cuando a uno le toca vivir donde vivimos, la lluvia no lo deja dormir”.
Esperemos que estas ayudas lleguen -en forma oportuna- y que sobre todo no se conviertan en campañas políticas disfrazadas, como ocurrió en Cartagena con el candidato presidente. Pues lo cierto es que -mas que medidas populacheras de corto plazo, encaminadas a mojar pantalla- lo que se impone son políticas coherentes, relacionadas con el ordenamiento del territorio y la gestión de los recursos.
Muchas de estas tragedias invernales podrían evitarse si existiera un mínimo de planificación en la ocupación del territorio y una pizca de sensibilidad social y conciencia ambiental en el manejo de los presupuestos. Podríamos empezar por aplicar la legislación en lo relacionado –por ejemplo- con el ordenamiento de las cuencas, que tiene una jerarquía superior al ordenamiento territorial municipal. Ordenamiento real, no en el papel. El ordenamiento busca definir un “marco para planificar el uso sostenible de la cuenca” y prevenir “las amenazas y riesgos ambientales”. Prevenir siempre será mejor que lamentar, principio universal acogido por la ley 99 de 1993. Desarrollos legales que pretende erradicar este gobierno, pero ese es otro cuento.