Marta tiene unos 40 años, mal llevados, pues su cuerpo muestra los estragos dejados por la pobreza extrema. Ocupa con sus hijos un cuartucho en la zona norte de Bucaramanga, para sobrevivir vende chance o pescado. El lunes le pregunté como le había ido en las elecciones. Me respondió que en su barrio la gente había votado por “alguien” que les había instalado unas piletas y regalado unos pesos y mercados, no se acordaba del nombre del candidato ni de su partido. “Noo, patrón, eso me dieron un numero y ahí mismo fui a que me untaran el dedo”. Marta no entiende muy bien lo que lee y es probable que su voto sea uno del millón y pico de los declarados nulos en las elecciones del domingo. El problema no fue el diseño del tarjetón, fácil de entender para alguien con alguna formación, para Marta fue como si estuviese escrito en chino.
Millones como ella votaron sin saber cual era la propuesta política de su candidato. ¿Su motivación?: los mercaditos para los más pobres, y el puestico o el contratito para los de clase media. Por eso no sorprende que la mayoría de los “ganadores” no tenían ninguna propuesta, pero si mucho dinero, puestos o el apoyo de los armados. Muchos de los que presentaron propuestas serias se quemaron.
De tal manera que resulta ingenuo creer que en este país existirá una auténtica democracia mientras la situación social, económica y educativa de millones no tienda a mejorar, sino a agravarse. Y se agravará si continuamos con un modelo de desarrollo que no busca acabar la iniquidad, sino profundizarla. La triunfadora de estos comicios (y los anteriores) fue la abstención. Se depositaron para el Senado casi 10.8 millones de votos para un potencial de unos 26.6 millones, una abstención cercana al 60%.
La cosa es peor ya que los votos validos fueron 9.4 millones (redondeando cifras); los no marcados y los nulos sumaron casi 1.4 millones. Si restamos los votos en blanco de los validos, concluimos que -por los partidos- votaron menos de 9.2 millones (35%). Ahora, de estos votos, los uribistas “ganadores” captaron unos 5.7 millones (incluyendo Convergencia Ciudadana) de un potencial de 26.6, es decir, un modesto 21.4% para el oficialismo neoliberal. La mayoría no esta constituida por los uribistas sino por los 17.4 millones (más del triple de los votos uribistas) que no votaron, votaron en blanco o anularon el tarjetón… por que no creen en nada ni en nadie.
La cosa es peor ya que los votos validos fueron 9.4 millones (redondeando cifras); los no marcados y los nulos sumaron casi 1.4 millones. Si restamos los votos en blanco de los validos, concluimos que -por los partidos- votaron menos de 9.2 millones (35%). Ahora, de estos votos, los uribistas “ganadores” captaron unos 5.7 millones (incluyendo Convergencia Ciudadana) de un potencial de 26.6, es decir, un modesto 21.4% para el oficialismo neoliberal. La mayoría no esta constituida por los uribistas sino por los 17.4 millones (más del triple de los votos uribistas) que no votaron, votaron en blanco o anularon el tarjetón… por que no creen en nada ni en nadie.
El reto de los aspirantes a la presidencia es el de convencer a esos millones de incrédulos que una Colombia más justa y amable es posible. El candidato indicado para esa tarea es el exmagistrado Carlos Gaviria. El presidente Álvaro Uribe tuvo su oportunidad y no la aprovechó; Colombia es hoy más pobre, dependiente e injusta que hace cuatro años. No menciono al buenazo del Doctor Serpa, porque a él no lo apoyan ni sus propios copartidarios.