Vanguardia Liberal, agosto 31 de 2005
En 1990, John Gribbin –doctor en astrofísica de Cambridge- escribió es su libro La Tierra Invernadero: “Con el calentamiento de los océanos, los huracanes se harán más frecuentes. Algunos serán mas poderosos que todos aquellos que hemos conocido en las últimas décadas”. El conocido autor lanzó la tenebrosa predicción con base en la información disponible en ese momento, recolectada por los estudiosos del calentamiento global.
Por supuesto que algunos seudo científicos, financiados por las transnacionales de la energía fósil (las mismas que apoyaron las campañas de mister Bush), intentaron minimizar la gravedad de los hechos, en la época… y en la actualidad. Los años pasan y el gobierno de mister Bush continúa negándose a aceptar la realidad, oponiéndose a convenios internacionales que buscan frenar las emisiones de gases de invernadero, relacionadas con el calentamiento global. Lo grave es que la cosa tiende a empeorar. El nuevo embajador de Estados Unidos ante la ONU –el neoconservador John Bolton- acaba de presentar un documento en el que se rechaza cualquier compromiso concreto para reducir la contaminación global (y el hambre y la pobreza).
La insensatez continúa, a pesar de que estudios recientes confirman las inquietudes formuladas hace 15 años. Thomas R. Knutson, de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de Estados Unidos, sustentado en diferentes modelos de evolución del clima, advierte que es “inevitable el progresivo aumento en la fuerza e intensidad de los huracanes”. Según las previsiones, en el futuro “los océanos serán más cálidos y generarán en consecuencia fenómenos climáticos desconocidos para nuestra especie, con vientos de una fuerza sin precedentes y precipitaciones que desbordan nuestra capacidad técnica de absorción”. Los modelos concluyen que aumentará “el volumen de precipitaciones descargadas por los huracanes, de mantenerse los índices de contaminación que provocan el efecto invernadero”.
Así que huracanes monstruosos, como el Katrina (la onceaba tormenta atlántica del 2005 más las que faltan), y la frecuencia inusitada de tornados, no son hechos fortuitos. La relación entre el calentamiento global y los huracanes “puede darse por establecida”, concluyen los investigadores. Lo curioso es que uno de los países mas afectados es precisamente Estados Unidos, cuyo gobierno y sus socios petroleros se oponen con ferocidad a las medidas propuestas por el convenio de Kyoto, que pretende reducir las descargas de los gases implicados.
Los estadounidenses que reeligieron a Bush –hipnotizados por su discurso “antiterrorista”- ya empezaron a despertar del ensueño como lo sugieren las encuestas, al percatarse que el terrorismo hizo “metástasis”, que la situación económica se degrada y que los desastres e intoxicaciones asociados a la contaminación matan muchísima más gente que el “terrorismo”. Los huracanes son solo un abrebocas de las inimaginables catástrofes que podrían ocurrir (allá y aquí), si no se endereza el rumbo.
No sobra reiterar que un estrecho aliado de Bush es mister Uribe. El mismo que acabó con el Ministerio de Medio Ambiente, que pretende fumigar los parques nacionales (ya empezó su privatización) y que está proponiendo unas cuestionadas reformas a la legislación ambiental.
En 1990, John Gribbin –doctor en astrofísica de Cambridge- escribió es su libro La Tierra Invernadero: “Con el calentamiento de los océanos, los huracanes se harán más frecuentes. Algunos serán mas poderosos que todos aquellos que hemos conocido en las últimas décadas”. El conocido autor lanzó la tenebrosa predicción con base en la información disponible en ese momento, recolectada por los estudiosos del calentamiento global.
Por supuesto que algunos seudo científicos, financiados por las transnacionales de la energía fósil (las mismas que apoyaron las campañas de mister Bush), intentaron minimizar la gravedad de los hechos, en la época… y en la actualidad. Los años pasan y el gobierno de mister Bush continúa negándose a aceptar la realidad, oponiéndose a convenios internacionales que buscan frenar las emisiones de gases de invernadero, relacionadas con el calentamiento global. Lo grave es que la cosa tiende a empeorar. El nuevo embajador de Estados Unidos ante la ONU –el neoconservador John Bolton- acaba de presentar un documento en el que se rechaza cualquier compromiso concreto para reducir la contaminación global (y el hambre y la pobreza).
La insensatez continúa, a pesar de que estudios recientes confirman las inquietudes formuladas hace 15 años. Thomas R. Knutson, de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de Estados Unidos, sustentado en diferentes modelos de evolución del clima, advierte que es “inevitable el progresivo aumento en la fuerza e intensidad de los huracanes”. Según las previsiones, en el futuro “los océanos serán más cálidos y generarán en consecuencia fenómenos climáticos desconocidos para nuestra especie, con vientos de una fuerza sin precedentes y precipitaciones que desbordan nuestra capacidad técnica de absorción”. Los modelos concluyen que aumentará “el volumen de precipitaciones descargadas por los huracanes, de mantenerse los índices de contaminación que provocan el efecto invernadero”.
Así que huracanes monstruosos, como el Katrina (la onceaba tormenta atlántica del 2005 más las que faltan), y la frecuencia inusitada de tornados, no son hechos fortuitos. La relación entre el calentamiento global y los huracanes “puede darse por establecida”, concluyen los investigadores. Lo curioso es que uno de los países mas afectados es precisamente Estados Unidos, cuyo gobierno y sus socios petroleros se oponen con ferocidad a las medidas propuestas por el convenio de Kyoto, que pretende reducir las descargas de los gases implicados.
Los estadounidenses que reeligieron a Bush –hipnotizados por su discurso “antiterrorista”- ya empezaron a despertar del ensueño como lo sugieren las encuestas, al percatarse que el terrorismo hizo “metástasis”, que la situación económica se degrada y que los desastres e intoxicaciones asociados a la contaminación matan muchísima más gente que el “terrorismo”. Los huracanes son solo un abrebocas de las inimaginables catástrofes que podrían ocurrir (allá y aquí), si no se endereza el rumbo.
No sobra reiterar que un estrecho aliado de Bush es mister Uribe. El mismo que acabó con el Ministerio de Medio Ambiente, que pretende fumigar los parques nacionales (ya empezó su privatización) y que está proponiendo unas cuestionadas reformas a la legislación ambiental.