Publicado en Vanguardia Liberal en enero 12 de 2011
Todos los finales de año viajo a Cartagena –mi ciudad natal- a visitar mis parientes y pegarme un chapuzón en las aguas del mar Caribe. Esto último ya poco lo hago pues las playas cercanas a la ciudad resultan poco atractivas para los bañistas. Aguas turbias y mucha basura en playas de arenas oscuras. Cada vez la cosa esta peor, el pasado diciembre observe varias playas del norte de la ciudad (desde Crespo hasta la Boquilla) cubiertas por toneladas de basura flotante; compuesta por residuos de madera, algas, maleza de agua dulce y otros desechos. Supongo que parte de este material se origina en los residuos que vomita el rio Magdalena al mar Caribe en Bocas de Ceniza, Barranquilla. De allí la deriva litoral dispersa los residuos en las playas turísticas.
Para rematar: en esta masa de desechos orgánicos se reproduce una especie de jején, insectos pequeñísimos que atacan con ferocidad las piernas de nativos y turistas, en las primeras horas de la mañana.
Más allá de estos y otros problemas sanitarios de las playas de Cartagena (problemas que limitan su uso) otro hecho inquietante es que las mismas tienden a desaparecer. En gran medida, por el aumento del nivel del mar relacionado con el cambio climático; pero también por la ejecución de vías que han recortado las playas y permitido el avance de las edificaciones hacia la línea costera. En todo caso el aumento del nivel del mar se hace más perceptible cada año que pasa.
Conozco estas playas como la palma de mi mano, las camino desde que era niño y las visito todos los años. De ahí que estos 60 últimos años he podido apreciar, en vivo y en directo, su evolución negativa. De las playas limpias, bellas y muy extensas de mi niñez ya no queda casi nada.
El aumento del nivel del mar constituye ya una amenaza para muchas casas de Crespo y Marbella, las olas golpean directamente sus cimientos; en la isla de Tierrabomba la cosa esta grave. En Bocagrande el panorama no es mejor. Muchos hoteles y restaurante –grandes y pequeños- intentan mantener sus playas en forma artificial gracias a murallas y espolones de piedra y rellenos de arena. Playas artificiales, todo lo cual nos confirma que el cambio climático no es una pesadilla futurista sino un incierta realidad de hoy.
Todos los finales de año viajo a Cartagena –mi ciudad natal- a visitar mis parientes y pegarme un chapuzón en las aguas del mar Caribe. Esto último ya poco lo hago pues las playas cercanas a la ciudad resultan poco atractivas para los bañistas. Aguas turbias y mucha basura en playas de arenas oscuras. Cada vez la cosa esta peor, el pasado diciembre observe varias playas del norte de la ciudad (desde Crespo hasta la Boquilla) cubiertas por toneladas de basura flotante; compuesta por residuos de madera, algas, maleza de agua dulce y otros desechos. Supongo que parte de este material se origina en los residuos que vomita el rio Magdalena al mar Caribe en Bocas de Ceniza, Barranquilla. De allí la deriva litoral dispersa los residuos en las playas turísticas.
Para rematar: en esta masa de desechos orgánicos se reproduce una especie de jején, insectos pequeñísimos que atacan con ferocidad las piernas de nativos y turistas, en las primeras horas de la mañana.
Más allá de estos y otros problemas sanitarios de las playas de Cartagena (problemas que limitan su uso) otro hecho inquietante es que las mismas tienden a desaparecer. En gran medida, por el aumento del nivel del mar relacionado con el cambio climático; pero también por la ejecución de vías que han recortado las playas y permitido el avance de las edificaciones hacia la línea costera. En todo caso el aumento del nivel del mar se hace más perceptible cada año que pasa.
Conozco estas playas como la palma de mi mano, las camino desde que era niño y las visito todos los años. De ahí que estos 60 últimos años he podido apreciar, en vivo y en directo, su evolución negativa. De las playas limpias, bellas y muy extensas de mi niñez ya no queda casi nada.
El aumento del nivel del mar constituye ya una amenaza para muchas casas de Crespo y Marbella, las olas golpean directamente sus cimientos; en la isla de Tierrabomba la cosa esta grave. En Bocagrande el panorama no es mejor. Muchos hoteles y restaurante –grandes y pequeños- intentan mantener sus playas en forma artificial gracias a murallas y espolones de piedra y rellenos de arena. Playas artificiales, todo lo cual nos confirma que el cambio climático no es una pesadilla futurista sino un incierta realidad de hoy.
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