Jacques Testart, prestigioso especialista francés en biología de la reproducción, sugiere que los debates en torno a la investigación no deberían enfocarse tanto a su función –si es fundamental o aplicada- sino que más bien deberían hacer énfasis en su “legitimidad” (1). Es decir, en la actualidad, la orientación y los resultados de la investigación científica: ¿son creíbles? ¿Privilegian el interés colectivo sobre el particular, como establecen las constituciones de casi todos los países? La anotación es pertinente pues lo cierto es que –en apariencia- la ciencia progresa muy rápidamente y nunca antes en la historia se han publicado tantos artículos científicos.
Pero, al mismo tiempo, nunca antes la humanidad había enfrentado tantos y tan graves problemas. Cambios climáticos, desastres, contaminación generalizada, proliferación de enfermedades y malformaciones, erosión, hambrunas, violencia, pobreza. ¿Por qué la ciencia no nos ayuda a resolver esta multitud de problemas? ¿Será que no estamos investigando lo que realmente deberíamos investigar?
Pero ¿Quién decide sobre que temas debemos investigar? A través de diferentes ejemplos, Testart y otros postulan que las innovaciones no están al servicio de las sociedades sino de poderosos grupos económicos que financian a políticos, que más tarde terminan legislando en favor de sus antiguos patrocinadores. Ellos son los que deciden que se investiga y que no, que se publica y que no. Los medios de comunicación –que también han sido adquiridos por los grupos económicos- desempeñan un papel fundamental en una campaña de “intoxicación” de la opinión pública, que elige a los políticos y avala los productos generados por el sistema.
El caso del calificado investigador Arpad Pusztai ilustra bien la naturaleza del asunto. Contratado en 1995 por el gobierno ingles para evaluar los efectos de una papa genéticamente modificada, Putzai encontró que ratas alimentadas con los transgenicos registraban extrañas proliferaciones celulares, deficiencias en el sistema inmune y una tasa de mortalidad muy superior a las alimentadas con papas comunes. Alarmado, Pusztai alerto a la opinión pública británica, que ya consumía las papas. Por ello, por aplicar el principio internacional de precaución, fue cuestionado por la Royal Society e incluso fue despedido de su trabajo en el Rowett Institute. Arpad fue apoyado por la prestigiosa revista medica The Lancet, que califico a la Royal Society de “impertinente” y por una veintena de científicos (2).
El hecho es que otros estudios plantean inquietudes sobre los efectos de los transgenicos. El año pasado se divulgo un video francés que se refiere a dos estudios, uno italiano y otro elaborado por Monsanto (fabricante de transgenicos y glifosato), que han generados controversias. Según este video, el estudio italiano fue cancelado pues el gobierno –a pesar de los inquietantes resultados- decidió no continuar su financiación. El estudio de Monsanto –conocido por las autoridades europeas- fue mantenido en secreto por las mismas, acudiendo el viejo truco del “secreto industrial” o “confidencialidad”. Los estudios solo fueron conocidos por el público a través del video elaborado por Michel Despratx (3).
El hecho es que alimentos transgenicos se consumen en muchos países. En Colombia, las compañías Monsanto y Du Pont recibieron -este año- el aval del ICA para seguir con “siembras controladas de maíz genéticamente modificado”, en varias zonas agrícolas del país (5). Pero desde hace rato se venden en los supermercados derivados de maíz y de soya transgenica.
Las presiones sobre los científicos no son exclusivas de Europa. En marzo de 2006, un grupo de científicos de la Environmental Protección Agency de Estados Unidos, denunciaron que se sentían acosados por funcionarios de la misma agencia que son cercanos a la industria de pesticidas (la misma que produce los transgenicos y con intereses en los biocombustibles) y por antiguos funcionarios, que “hoy representan los intereses de los empresarios”.
Para no mencionar el caso de James Hansen –uno de los grandes expertos sobre cambios climáticos de la NASA- que denuncio que su propio gobierno lo quería silenciar. Para completar; este año, el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, acusó a la multinacional de su país Exxon Mobil, de gastar "millones de dólares al año para confundir a la gente" sobre el fenómeno del calentamiento global.
¿La ciencia al servicio de quien? Como sugiere Testart, ese es el debate que hay que dar.
1. Testart Jacques, Le vélo, le mur et le citoyen, Editions Belin, Paris, 2006, p 8.
2. http://www.freenetpages.co.uk/hp/a.pusztai/
3. http://ma-tvideo.france3.fr/video/iLyROoaftrjb.html
4. http://www.rawstory.com/news/2006/EPA_scientists_besieged_by_pesticide_interests_0531.html
5. http://www.croplifela.org/spip.php?article34, El Tiempo, marzo 2007
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