jueves, diciembre 15, 2005

La Universidad Santo Tomas

Columna publicada en Vanguardia Liberal en diciembre 14 de 2005

La mayoría de las teorías científicas que se enseñaron durante el siglo XX tienen sus raíces en la antigüedad. Demócrito planteó los fundamentos de la teoría atómica varios siglos antes de Cristo. Pitágoras disertaba sobre la evolución. Aristarco de Samos sabía que la tierra giraba en torno al sol, una idea que sólo se aceptó hasta los años de Galileo Galilei, varios siglos más tarde. También en el siglo XVI el monje dominico Giordano Bruno –basado en documentos polvorientos- propuso una visión del universo que resulta muy cercana a la actual.

Muchos sabios de la antigüedad adquirieron sus conocimientos en Egipto, cuna de saberes que se pierden en la noche de los tiempos. Precisamente en el norte de Egipto se construyó la Biblioteca de Alejandría, el primer intento de recopilar y organizar el conocimiento humano mundial. Como los libros se copiaban a mano, las destrucciones de la gran Biblioteca (y de otras) produjeron pérdidas irreparables.

Sin embargo, muchos mapas y escritos escaparon a las llamas y fueron reproducidos y traducidos en conventos y monasterios. Es en estos lugares que hay que buscar el origen de las primeras universidades, en las escuelas existentes en los mismos, en las que se recibían estudiantes y se impartían títulos. Las universidades como tales surgen en los siglos XII y XIII, el nombre proviene del latín universitas, que en la Edad Media tenía el significado de asociación o “sindicato” de alumnos o maestros.

En el Proyecto Educativo Institucional de la Universidad Santo Tomas se lee: “El modelo de la Universidad es herencia del modelo clásico de las primeras universidades de la cristiandad en el siglo XIII. Desde su fundación los Dominicos se formaron en torno a las grandes universidades, de las cuales, con frecuencia fueron destacados profesores”.

Cuando llegaron a América los Dominicos trajeron sus principios y conocimientos. El famoso dominico Bartolomé de las Casas –llamado el apóstol de los indios- es considerado un precursor de la defensa de los derechos humanos. Los Dominicos también “trajeron el currículo de sus Estudios Generales, diseñado en 1259 por un equipo encabezado por Alberto Magno y Tomás de Aquino. Con él organizaron las primeras universidades” en 1580. La Santo Tomas es tal vez la Universidad más antigua de Colombia.

A la Seccional Bucaramanga se le concedió licencia en 1972. Actualmente, tiene 12 programas de formación profesional, 22 de postgrado y uno de Maestría. Y este año solicitó al Ministerio de Educación la aprobación de dos nuevos programas, en Ingeniería Industrial y Química Ambiental. Por lo anterior, la Universidad ha obtenido importantes reconocimientos en los últimos años. Hace un par de semanas recibió de la Presidencia de la República y el Ministerio de Educación Nacional la Orden a la Educación Superior y a la Fe Publica Luís López de Mesa. La distinción fue otorgada en el Palacio de Nariño a su rector Fray Carlos Arturo Díaz Rodríguez (también colaborador de Vanguardia Liberal) en virtud “de la excelencia y acreditación de alta calidad de sus programas”.

martes, diciembre 06, 2005

¿El sobrepeso mata más gente que el hambre?

Publicado en Vanguardia Liberal en diciembre 7 de 2005

Seis millones de niños mueren cada año en el mundo por problemas relacionados con el hambre y la malnutrición. Esto significa que otro niño morirá cuando usted termine de leer esta frase. Un sector importante de la población mundial –sobre todo en los países del sur- se enferma y millones mueren a causa del hambre, el esfuerzo físico excesivo y sus secuelas. No porque la comida producida en el mundo sea insuficiente, sino porque se encuentra mal administrada y distribuida.

Lo paradójico es que –mientras muchos son víctimas de carencias nutricionales- otro sector de la población se enferma, y muchos perecen, por lo contrario: comen demasiado y mal. Las cifras sugieren que el exceso de comida (sobre todo de mala comida) y el sedentarismo matan más gente que el hambre. Las enfermedades no trasmisibles (cardiovasculares, pulmonares, hipertensión, diabetes, cáncer) son la principal causa de muerte en el planeta y estos males se encuentran asociados a la contaminación, el estrés, la falta de ejercicio y los malos hábitos alimenticios.

Y los colombianos –según la última Encuesta Nacional de Nutrición (publicada hace un par de semanas)- nos alimentamos muy mal. Unos por ignorancia y otros por que lo que ganan no les alcanza para comprar comida de calidad; es el caso de los millones de subempleados y los que ganan el salario mínimo, que el gobierno se encarga de desvalorizar cada año que pasa.

Los estudios sugieren que los casos de sobrepeso y obesidad tienden a ser más frecuentes en las clases populares. En los medios profesionales de altos ingresos, que cuentan con un mayor acceso a la educación y que pueden comprar comida de mejor calidad, los casos de obesidad son menos frecuentes. ¿Cómo explicar esta aparente paradoja? El caso es que la pobreza tiene sus grados. En el nivel más bajo, se encuentran personas que no tienen ningún tipo de ingresos y aguantan hambre todo el tiempo y por ello tienen una apariencia esquelética.

Por encima de los más deprimidos, existen otros pobres que devengan algunos ingresos, que les permiten comprar alimentos baratos, de baja calidad. El consumo de pieles o grasas de pollo y cerdo, huesos, vísceras, aceites usados y muchas harinas es común en estos medios. Es la comida chatarra de los más pobres, que conduce a similares problemas de sobrepeso y enfermedades relacionadas. Estos seudoalimentos producen –según las autoridades sanitarias- el mismo tipo de dolencias que el consumo de comida chatarra tipo McDonald, que la compran los que la pueden pagar.

Ahora, según la Encuesta de Nutrición el primer “alimento” que consumen los colombianos son las gaseosas; la comida chatarra se suele acompañar con bebidas chatarra. Algo inexplicable en un país como Colombia donde las frutas abundan y muchas toneladas se pierden en los campos. Los fabricantes de bebidas azucaradas promueven “la idea de que no todo el azúcar es malo”. Y es cierto, un consumo moderado es aceptable. El problema es el consumo desmedido que promueve la publicidad de las bebidas chatarra, como lo demuestra la encuesta citada.